5: Tres meses y un cambio.

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-¡Felices tres meses Daichi! – Kagome había entrado a la oficina de su jefe y le sonrió al pequeño en brazos de su padre.

Quien al verla empezó a sonreír, patalear y mover sus bracitos feliz de verla. Daichi ya la reconocía al igual que a su papá, a sus abuelos, el tío y amigos cercanos de Inuyasha, Kagome hizo sonar una sonajero en sus manos en forma esférica y juguetona se empezó a acercar al pequeño, quien trataba de esconderse o escaparse de los brazos de su padre.

-¡Aguuu, agggh! – Balbuceo sonriente Daichi.

Inuyasha sonreía encantado, hace un mes que Kagome lo ayudaba con la crianza de su hijo y eso lo atesoraba mucho, no sabía cómo hubiera sobrevivido ese mes sin la ayuda de la hermosa azabache. Aunque ahora, ambos se les facilitaban la tarea con el pequeño, ya conocían ambos los gustos y disgustos del pequeño Taisho.

-¡Venga pa'ca! – exclamo Kagome tomándolo de los brazos de su jefe – Señor, su hijo ya está mucho más ¡bodoque!

-Lo sé, ayer en la noche los pañales ya no le prendían y mande a Kaede por unos más grande, lo deje sin nada y se hizo pis en mi cama – cerró sus ojos Inuyasha recordando el suceso de anoche, Kagome se carcajeo – Y hablando de su ropa, está tarde iré a una tienda con él a buscar de su talla. Por el momento, ese enterizo es lo único que le entra – Kagome miro al pequeño, tenía un enterizo jardinero que le hacía ver mucho más tierno de lo que ya era.

-Suerte cariño, creo que mañana tendré que buscar a un pequeño payaso por la oficina- se burló en voz alta al decirle al niño aquello, Kagome se burlaba del gusto de su jefe.

-Te escuche – bramo Inuyasha.

-Ya lo sé – miro al niño con ternura – Pero mira nada más ¡Que cachetón estás!

Después de unos minutos jugar en el aire, Kagome lo recostó pansa abajo en la colchoneta grande que tenían en la oficina de su jefe, especialmente instalada para el uso del pequeño Daichi. Quien practicaba en gatear, aún no tenía fuerzas en su bracitos por lo que no podía.

-No me gusta la colchoneta – dijo Inuyasha arrodillándose a su lado junto a Kagome observando al pequeño – La última vez se golpeó la quijada.

-Lo sé señor, pero es parte de crecer y aprender... cuando tenga cinco años y se rompa un brazo por andar en bicicleta, no se vuelva loco por favor – con una sonrisa le dijo Kagome.

-Que graciosa.

-¿Pudo salir este fin de semana? – pregunto, su jefe no salía de parranda hace ya más de un mes.

-¡No! – murmuro – Mamá está resfriada y papá la cuida, Sesshomaru... Sesshomaru no es apto para cuidar de niños y mi amigo, bueno, él también sale... y no quiero contratar a una niñera, no, no, no y no.

-Sí quiere este sábado puedo cuidarlo yo, se nota que le hace falta salir señor.

-Lo sé ¿Cierto? Pero creo que debo de acostumbrarme, tengo un hijo ahora y no puedo darme el lujo de salir todos los fines de semanas.

-Nadie le está proponiendo salir todos los fines de semanas, con que valla una vez al mes, creo que es suficiente señor – aclaró Kagome mirándolo fijamente.

-¿Tú lo cuidarías? – preguntó entonces Inuyasha.

-Sí, yo lo haría – con completa confianza le sonrió Kagome.

Inuyasha asintió sin decir nada, no era necesario decirle que hacer o no, confiaba en Kagome y ella al igual que él, conocía a la perfección a su hijo.

Muy bien, este fin de semana saldría de parranda.

¡Cuídense perros, que Inuyasha va por sus chicas!

°°°

Ya era sábado por la noche e Inuyasha esperaba a Kagome junto con su hijo en la planta de abajo, el personal ya se había retirado. Eran las diez de la noche, Kagome ya debía de haber llegado ¿Se habrá arrepentido de cuidar a su hijo?

El timbre sonó y alzo a su hijo de la colchoneta de la sala, y fue con él a abrir la puerta. Una Kagome con el pelo atado en una coleta, una musculosa y un jean vaquero y claro, con su perfecta sonrisa con dientes blancos apareció tras la puerta. Inuyasha le sonrió de vuelta y miro como su hijo reaccionaba a la presencia de la azabache.

-Bueno señor, llegó la niñera de la noche – exclamo con dramatismo Kagome haciendo carcajear al peli plata.

-Okey – le entregó a Daichi – Iré por mi cazadora – Kagome asintió y miro como su jefe subía por las escaleras de dos en dos – Cuando tengas sueño puedes dormir en cualquier habitación – Inuyasha exclamo mientras bajaba las escaleras y se ponía una cazadora roja, lucia debajo de ella una camiseta blanca y unos jean negros con unas zapatillas blancas.

-Nos vemos hijo – Inuyasha le dio besos en la mejilla sonoros y un beso en la frente – Pórtate bien con Kagome – le dijo para luego mirarla a ella, muy de cerca de su rostro – Nos vemos – con cariño le sonrió.

-Pásela bien jefe – le murmuro Kagome, sintiendo un leve pinchazo agudo y cierto cosquilleo en su vientre. Inuyasha asintió y abrió la puerta, sacó la llave e hizo sonar la alarma de su coche, Miroku, su amigo seguramente ya estaba en el antro esperándolo.

-¡Adiós Papi! – miro hacia atrás antes de entrar a su coche y lo que observo le encanto.

Kagome le sonreía al igual que su hijo en sus brazos, la azabache le movía su pequeña manito de un lado a otro, Kagome había hablado agudamente por su hijo. La imagen de ambos en la puerta de su mansión le enterneció.

Él se despidió una vez más moviendo su mano de un lado a otro, se detuvo cuando Kagome cerró la puerta de su mansión.

Suspiro y se compuso, la imagen que tenía en su cabeza la atesoraría con cariño. Le encanto ver a su hijo en brazos de Kagome en la puerta de la mansión, sentía que quería que aquel momento, volviera a pasar.

El cosquilleo en su vientre y el picazón en su pecho se lo pedían.

°°°

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ᴘᴀᴅʀᴇ ꜱᴏʟᴛᴇʀᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora