Lo siento tanto.

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Me estaba preocupando. Estaba sentada en la cama, hundida en un mar de lágrimas. Me senté a su lado y la abracé. Cuando se calmo un poco, le di unos pañuelos y se limpió las lágrimas.

-Mamá..¿Qué ha pasado?

-Tu padre..tu padre no esta en casa, y no son cosas del trabajo. 

-Espera..¿quieres decir qué..

-Que esta con otra. -Dijo llena de rabia. 

Mi padre..mi padre estaba con otra. No puede ser. Me quedé completamente de piedra. Mi familia no estaba muy unida, pero no podía desaparecer así como así. Mi madre me abrazó  y volvió a caer en el llanto. Yo no reaccionaba. No me podía creer lo que estaba pasando. Dejé que mi madre se diera una ducha, a ver si se calmaba, y bajé a la cocina a beber algo. Cogí un vaso de agua y oí que se abría la puerta. Era mi padre. 

-Cielo..-Dijo viniendo hacía mi. Yo me alejé. No quería que me abrazara. - Veo que tu madre te lo ha contado. - Yo seguía seria y sin reaccionar. -Sandra, di algo., por favor.

-No me puedo creer que le hayas echo eso a mamá.

-Nuestro matrimonio no iba bien y .. espera, ¿Te ha contado todo? -¿Todo? Por mi cara, mi padre entendió que no. -Tu madre me ha echo lo mismo a mi. ¿Reuniones de amigas? Sí, claro. Ahora el cartero es una amiga.

Un momento, un momento..Fui a la habitación y me hice la mochila. No quería pasar allí la noche. Cogí todo lo que necesitaba y bajé las escaleras.

-Sandra, ¿dónde vas? -Dijo mi madre desde las escaleras. No respondí, ni me di la vuelta. Solo salí de casa. Eran casi las 11 de la noche, pero tenía que salir de ahí. No me lo pensé dos veces y fui a su casa. Llamé al timbre y me abrió Marta, ya en pijama.

-Sandra ¿Qué haces aquí? - Yo no podía hablar, pero Marta me conocía demasiado demasiado bien y sabía que algo iba mal. Me dejó entrar y subimos a su cuarto. Yo seguía sin saber que decir, ni que hacer. No sabía como reaccionar. Asique me puse el pijama y me acosté en el sofá que tenía Marta en su cuarto. Me quedé ahí toda la noche, pero sin dormir. No podía ni quería dormir. No paraba de darle vueltas a todo. Por eso nunca estaban en casa. Dios..soy tan inocente. 

Sin darme cuenta, ya era de día. Había pasado la noche despierta. 

-Sandra, vamos a desayunar. 

-No tengo hambre. 

-Sandra, no puedo verte así .. Dime que te pasa. 

Le conté lo que me dijeron mis padres. Que  no podía quedarme en casa. Ella me abrazo, me dijo que tenía que volver a casa y bla bla bla. Me dejó quedarme en su casa todo el día, ni hable, ni comí, ni dormí. 

Eran las 8 de la tarde cuando caí que tenía que ir a ver a Raúl, pero no podía. Simplemente, no podía. Le pedí a Marta que le mandara un mensaje, yo me había dejado el móvil en casa. Me quedé en su cuarto hasta la noche, cuando volví a casa. Abrí la puerta y vino corriendo mi madre a abrazarme.

-¡Lo siento tanto, hija! -Sollozó.

-¿Por qué no me dijiste que no era solo papa?

-¿Cómo se confiesa eso a un hijo? - Dijo con los ojos llorosos. Me subí a la habitación e intenté dormir. Esto quería decir que se iban a divorciar. Y quedaba un mes para Navidad, donde se supone que se reune la familia y esas cosas...Tarde lo suyo en quedarme dormida, pero al final lo logré y pude descansar un poco. 

Ya por la mañana, me levanté, me vestí y cogí las cosas. Aún quedaba media hora para entrar al instituto, pero no quería desayunar. Asique salí al patio que había en frente. Me quedé ahí un rato, pensando y seguía sin saber que hacer. 

-Sandra. -Me gritó Raúl sonriendo. Pero no quería hablar, ni sonreír, nada..Empezamos a andar hacía el instituto Carlos, Raúl y yo. Ellos dos hablaban, pero yo iba con la miraba fijada al frente. Entramos a nuestro pasillo y Carlos se fue hacía su clase.

-Sandra, ¿por qué no has hablado en todo el camino? - Seguía sin poder hablar. No me salía. - ¿No me hablas? ¿Qué he echo ahora? Pues nada, no me hables. - Genial, ahora se había enfadado.  Me senté en mi sitio y me quedé ahí las tres horas. Sin hablar, sin hacer absolutamente nada. Por ello me gané varias charlas de los profesores que ignoré. 

Sonó el timbre del recreo y bajamos a comer. Bueno, ellos comieron. Yo me quedé sentada en el banco, mirando a la nada.

-Sandra, sandra. -Dijo alguien pasando varias veces la mano por delante de mis ojos. Era Raúl. ¿Ya no estaba enfadado? - Que si mañana me das más clases. - Quería asentir, pero tampoco me salía. Solo me quedé inmovil. - ¿Sigues sin hablarme? ¡Pues vale! - Y se levanto rápidamente para irse. Marta me miró y fue detrás. Todos los chicos me miraban.

Fuimos de nuevo a clase y me senté en mi sitio. Entro la profesora y después Raúl. La profesora empezó la clase y Raúl se inclinó para hablarme.

-Sandra, lo siento. No sabía nada.. Pero tienes que reaccionar. Tienes que hablar, y comer y dormir. Que me ha contado Marta que ayer estuviste en su casa y por eso no vin..

-Señorita Martinez y Señor Navarro, ya que tienen tantas ganas de hablar, diganlo en alto. - Los dos nos quedamos callados. Bueno, él, ya que yo no hablaba. - Salgan de clase. 

Sin decir nada, cuando normalmente solía protestar, salí de clase y Raúl detrás. 

-Sandra yo..lo siento. Pero ,joder Sandra, tienes que reaccionar. 

-¿Y cómo reacciono? Dime tú. Joder, que no se que hacer, ni que decir, nada. Solo sé que soy una jodida gilipollas, nunca estaban en casa y yo me creía sus ridiculas excusas. - Antes de poder acabar ya estaba entre sus brazos. 

Sonó el timbre y fuimos a la siguiente clase. Cuando acabo el día, Raúl me acompañó a casa. Ninguno hablaba, solo me tenía cogida de la mano. Llegamos a casa y me dió un beso en la frente tras pedirme por favor que comiera algo. Entre a casa y ya estaba la mesa puesta, me senté y empecé a comer.

-Sandra, por favor..

-Mamá, cuando lo asuma y sepa como reaccionar, hablamos. - Y no dijimos más durante la comida. Subí a mi habitación e intenté hacer el trabajo de Latin. Cuando llevaba la mitad, eran las cinco menos cuarto. Le había pedido a Raúl que hoy no me acompañara a entrenar, asique cogí las cosas y salí de casa. Antes de poder andar, estaba sentada apoyada en la puerta y con la cara empapada de las lágrimas que corrían por mis mejillas. Me quedé ahí no sé cuanto tiempo, hasta que me llamó Raúl.

-¿Dónde estas? No has venido a entrenar. - No podía hablar, seguía llorando y no me salían las palabras. Raúl debió escuchar como aspiraba la nariz. A los cinco minutos, ya estaba a mi lado.

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