XXI. Catalina y Lorenzo

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Qué jodido se me hacía observar la Luna sólo, sin su compañía, tumbado sobre la piedra de la misma playa en la que solíamos pasar la noche.

Qué putada el retenerle la mirada a la Luna, y darte cuenta de que ni siquiera Catalina es capaz de brillar de la misma manera en la que ella lo hacía.

Qué cabrón el frío de la noche, que se me hacía bajo cero cuando ella no estaba.

Qué insensato el destino, que te apartó de mí y se te llevó. Y qué insensato yo también, por no ir tras de tí en el momento en que debí hacerlo.

Y qué capullo Lorenzo, que traía consigo el día, y me arrojaba un jarro de agua congelada que me hacía recordar que es ella la que ya no amanece conmigo.

Lo Que Casi Sin Querer SangroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora