La veía cada semana caminando sin rumbo por el parque de la esquina; Siempre con su semblante serio, su pelo moreno muy bien alisado y sus preciosos ojos enormes a punto de echarse a llover.
Nunca iba acompañada y siempre se sentaba a los pies de un gran roble de ruda corteza gris bastante estropeado por el paso del tiempo.
No podía faltar su diario, que era pequeño y de brillante cuero marrón, y su bolígrafo medio gastado.
Varias veces había intentado hablar con ella pero, cuando la miraba, dispuesto a todo, siempre acababa dándome media vuelta. No sabía bien por qué. Tal vez me diera miedo que ella pensara que me había acercado a molestarla o con intenciones de hacer algo más que hablar, pues la vi rechazar de una manera tremendamente grotesta y con suma facilidad a más de un par de posibles desesperados. Y no quería que también lo hiciera conmigo.
Pero, una de esas tardes me armé de valor y, cuando quise darme cuenta, sus curiosos ojos grises me impedían volverme a girar una vez más sobre mis talones.
-Hola. - Le dije.
Ella me miró y me escudriñó el rostro por unos instantes, seria y sin decir nada. Parecía estar leyéndome las intenciones a través de mis ojos. Pensé que tal vez no había sido una buena idea el atreverme a acercarme a ella.
Pero, entonces, sonrió.
Y yo me quedé petrificado en el sitio, sin saber qué decir ni mucho menos qué hacer, pues su sonrisa estaba increíblemente rota;
Pero aún así estaba preciosa.
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Lo Que Casi Sin Querer Sangro
PoesíaCuando das todo por intentar algo que tal vez suponga tu perdición, tal vez es porque en lo más profundo de tí tienes la tremenda esperanza de que puede que salga bien, de que puedes conseguir un tesoro cavando en las tierras del mismísimo infierno...