LXXVIII. La Corriente Y El Puerto

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Viajábamos por entre las olas a mar abierto.

Nos besábamos bajo las sábanas a corazón abierto.

Éramos dos tsunamis, tú la corriente y yo el puerto.

Reíamos como dos idiotas a través de la muchedumbre, y la gente que se nos quedaba mirando decía que éramos unos gilipollas del quince, pero daba igual, porque nosotros éramos felices.

Y fíjate que, por lo que se ve, a la corriente no le ha gustado eso de que el puerto se separe de ella, ni al puerto le ha gustado que la corriente ya no lo empape.
Será por eso por lo que están destinados a volverse a juntar.
Porque, ¿Qué es un puerto sin corriente, y una corriente sin un puerto?
Si al fin y al cabo la corriente nos lleva a tierra firme... Por mucho tiempo que eso conlleve.

Lo Que Casi Sin Querer SangroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora