LXXVII. Tan Bonita

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Y mírala ella qué bonita estaba, con su cigarro recién encendido y su pelo revuelto de por las mañanas.
Sonriente como ella sola y fuerte como ella misma.
Y es que nadie se le podía comparar, es que utilizaba zapatos de una plataforma de ocho centímetros y nadie era capaz de igualarla.

Lo Que Casi Sin Querer SangroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora