XLVI. No Más Agarres

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-Por favor, no te marches... Quédate conmigo. Sólo te pido que me dejes intentarlo una vez más.

Pero ella ya le había dado la espalda y estaba decidida a seguir su camino.

Estaba tan cansada de regalar tantas oportunidades a cambio de un arañazo más en el alma, que incluso podría decirse que el irse le salía casi automático.

Se cansó de dedicarle sonrisas a las malévolas acciones por no querer perder a sus propietarios.

Sus ganas de arreglar las situaciones cesaron cuando se daba cuenta que realmente ella no había sido la causante de que las cosas se torcieran.

La de veces que decidió perder su dignidad con tal de no dejar ir a alguien... Ya ha perdido la cuenta.
Y está cansada de ser siempre ella la que da todo por una persona que no merece su perdón, mucho menos su atención.

Gracias a tantas decepciones aprendió que, a veces, es mejor soltar de inmediato... antes que seguir haciéndote daño con el agarre de la cuerda.

¡Maldita sea!
Sólo hay que mirarle las manos para ver la cantidad de cuerdas a las que intentó aferrarse y que no quiso soltar...

Pero que al final tuvo que dejar ir.

Se le quedaron las cicatrices, pero al menos supo hacerlo.
Y eso es signo de una fortaleza terriblemente resistente.

Lo Que Casi Sin Querer SangroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora