XVII. Sin paracaídas

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Que yo siempre me lanzaba hacia tí sin paracaídas

Y no sabía por qué el aterrizaje me dolía tanto si después todo parecía ser de ensueño.

Tardé en darme cuenta que yo no aterrizaba en tí, sino que me estrellaba en tí, en tu fondo, en tu suelo, en tu mentira...

Porque tú te empeñabas en rajarme el paracaídas una y otra vez,

Y yo prefería vendarme los ojos con los trozos de tela que se despeñaban al vacío, antes que querer darme cuenta.

Lo Que Casi Sin Querer SangroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora