-Se me hace de lo más difícil leerte. - Le dije sonriendo y con el ceño fruncido.
Ella rió y recortó a cuatro patas la distancia que nos separaba en la cama de una manera peligrosamente sexy. Me quedé quieto.
-A mí no. - Me susurró cuando hubo llegado a mi altura. Acercaba lentamente sus labios a los míos, pero no dejaba siquiera que se rozasen. Pero sentía su cálido aliento. Una vez más ese juego de acercamientos tan suyo.
-¿Ah, no? ¿Entonces qué es lo que te dicen mis ojos en este mismo momento, listilla?
Ella ladeó la cabeza como un felino, y entornó los ojos. Todavía no se le había ido de los labios esa perfecta sonrisa que tantas noches me había dejado en vela.
-Que quieres besarme.
Me aparté, divertido.
-¿Yo? ¿Querer besarte? No, eso no es verdad.
Ella se fue apartando de mí pausadamente, como si estuviera esperando algo. Y, mientras lo hacía, me dijo:
-Bien, entonces no te importará que me levante de aquí, coja esa puerta y...
Mierda. Volví a perder. Volví a perder por esa manera tan jodidamente suya que tiene de leerme la mirada.
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Lo Que Casi Sin Querer Sangro
PoesíaCuando das todo por intentar algo que tal vez suponga tu perdición, tal vez es porque en lo más profundo de tí tienes la tremenda esperanza de que puede que salga bien, de que puedes conseguir un tesoro cavando en las tierras del mismísimo infierno...