VII. Leerte La Mirada

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-Se me hace de lo más difícil leerte. - Le dije sonriendo y con el ceño fruncido.

Ella rió y recortó a cuatro patas la distancia que nos separaba en la cama de una manera peligrosamente sexy. Me quedé quieto.

-A mí no. - Me susurró cuando hubo llegado a mi altura. Acercaba lentamente sus labios a los míos, pero no dejaba siquiera que se rozasen. Pero sentía su cálido aliento. Una vez más ese juego de acercamientos tan suyo.

-¿Ah, no? ¿Entonces qué es lo que te dicen mis ojos en este mismo momento, listilla?

Ella ladeó la cabeza como un felino, y entornó los ojos. Todavía no se le había ido de los labios esa perfecta sonrisa que tantas noches me había dejado en vela.

-Que quieres besarme.

Me aparté, divertido.

-¿Yo? ¿Querer besarte? No, eso no es verdad.

Ella se fue apartando de mí pausadamente, como si estuviera esperando algo. Y, mientras lo hacía, me dijo:

-Bien, entonces no te importará que me levante de aquí, coja esa puerta y...

Mierda. Volví a perder. Volví a perder por esa manera tan jodidamente suya que tiene de leerme la mirada.

Lo Que Casi Sin Querer SangroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora