XXXII. Títeres Del Destino

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La abuela me secó las lágrimas con el dorso de la mano mientras cogía asiento a mi derecha, me agarró el mentón y me obligó a mirarla; sonreía, y me encantaba las pequeñas arrugas que se le formaban en las comisuras de los labios al hacerlo, y la extraña manera en la que se le achinaban los ojos.
Entonces, sostuvo una de mis manos entre las suyas, y sin dejar de mirarme, me dijo:

-Mira, hijo, te voy a contar la historia de cómo conocí al amor de mi vida.

Fruncí el ceño y arrugué la nariz, pues no sabía si escuchar aquellas historias iban a hacerme bien en aquel momento.
Pero ella se me adelantó y me mandó callar antes de que pudiera reprocharle.

Entonces ella continuó:

-Era una noche de verano. Hacía calor y yo había elegido mi mejor gala para el momento; ya sabes... Esos vestiditos con pamela que en mi época se llevaban tanto. -Rió. - Había salido a cenar con mis amigas, pero era tarde y ellas ya se habían ido a sus casas, y yo estaba esperando a que mi padre me recogiera en el coche. Y como estaba cansada de estar de pie, busqué un sitio donde pudiera sentarme tranquila. A lo lejos, ví un pequeño banco de madera, y como me pareció más que suficiente para mi comodidad, aligeré el paso hasta él.
Entonces, como tú abuela siempre fue muy torpe, - Me dijo mirándome y pegándose un pequeño golpecito en la frente. - pues metí el pie en el hueco de una alcantarilla mal arreglada y me precipité hacia el suelo. ¿Pero sabes qué?

-¿Qué, abuela? ¿Qué pasó?

-Pues que no llegué a tocar el suelo porque alguien me agarró.

-El abuelo. - Afirmé decido con los ojos como platos. Me encontraba muy sumido en su historia.

-¡Un donjuán muy apuesto que caminaba tranquilo por las calles! - Gritó haciendo aspavientos con las manos. - Y cuando acerté a mirarle a la cara me quedé allí, en sus brazos... ¡cómo tal ilusa enamorada! ¿Y sabes qué pasó también?

-¿Qué pasó, abuela?

-¡Pues que decía quererme y cada mañana me lo encontraba en una esquina diferente besándose con una jovencita diferente! Y yo me ponía muy mal y lloraba mucho por él, por su culpa. Hasta que un día...

-¿Hasta que un día qué?

-¡Hasta que un día se dejó de esas pamplinas y se casó conmigo! ¡Míralo, por ahí viene! - Señaló justo detrás mía sin dejar de sonreír.

Me giré y ví a mi abuelo.

-Así que, hijo, no te desesperes. Todo puede llegar cuando menos te lo esperes. Y puede ser esa persona o no serlo. La vida es así, nunca sabes lo que se te va a presentar, y eso en cierto sentido tiene su encanto. ¿No crees? Si todos supiéramos nuestro destino desde el minuto cero... ¡Pues menudo aburrimiento y qué poco mérito se te daría! - Me dio un beso en la mejilla y me palmeó dulcemente el hombro. - Así que llora ahora todo lo que puedas, pero de nada te va a servir, pues va a ser lo que le dé la gana al destino, que es muy desdichado. ¿Pero quién iba a decirme a mí que esta clase de donjuán iba a casarse con una inocente jovencita como yo lo era?

Y mi abuela no podía tener más razón; soy el títere del destino, al igual que todo el mundo.

Lo Que Casi Sin Querer SangroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora