Decido empezar mi viaje en el pueblo mágico de San Miguel Allende, he quedado con unos amigos allá. Admiro las edificaciones con su característica arquitectura barroca española, visitamos el Centro Histórico de adoquines donde nos recibe la Parroquia San Miguel Arcángel con su estilo neogótico y sus altas torres rosadas, probamos su comida: enchiladas mineras, fiambre, pacholas, visitamos el Santuario de Atotonilco, vemos el Centro de arte y diseño La Aurora, El Nigromante. Por la noche tomamos una copa en el bar El Tres, otra en Hank's Bar o el Limerick, no busco ligar con nadie en estos bares, en realidad no pretendo ligar con nadie en mi viaje, sólo quiero un tiempo para mí, para disfrutar del aire fresco y apaciguar mis sentimientos. he decidido que no me rasurare la barba, creo que es hora de darme un look diferente.
Semanas más tarde nos desviamos a Sayulita, la playa es perfecta para el surf gracias al oleaje, el ambiente mantiene una vibra setentera de amor y paz, comemos en Pizza Venezia, pasamos por unos tragos a Tropical House que está a un lado del restaurante, en El Costeño bailamos cumbia, la pasamos bien en general, hacia un rato que no me divertía tanto.
Todo iba bien en general, rodeado de mis amigos me sentía más tranquilo, sonreía más pero había mucho ruido en la playa, todos han salido a aprovechar el sol, familias enteras, estudiantes y parejas, la playa se vuelve caótica en ruido y eso me molesta, necesito silencio, tranquilidad. Decido una noche que exploraré la costa, más arriba en Nayarit, aviso a mis amigos de que volveré en unos días para regresarnos juntos a CDMX.
Así es como llegó a Matanchén, una pequeña playa olvidada de pescadores humildes y bares pequeños y sucios. Me hospedo en un hostal que está en un punto medio entre el pueblo más cercano, tengo vista directa al mar, mi habitación es amplia, cuenta con un baño grande, tiene un clima para soportar el calor de la noche y una pequeña área de estar que cuenta hasta con un escritorio. Son las once en punto así que decido descansar por hoy, me recuesto en la cama y cierro los ojos pero no concilio el sueño, el leve sonido de las aguas agitarse se vuelca en mis oídos y un olor virgen me entra por la nariz, me invita.
Decido dar la vuelta por la orilla de la playa para despejar la mente, la luna está alta y la brisa del mar acaricia mi cara, hay poca gente fuera pero no siento miedo de correr riesgo, nunca fui muy problemático pero antes de tener todo el dinero que tenemos ahora, los López venimos de una vecindad humilde y puedo decir que contamos con cierta experiencia en el campo de los "trancazos". Pero nunca necesité usar la fuerza, para eso tenía a Aristóteles.
Aristóteles.
Debo dejar de pensar en ese nombre, he venido para olvidarlo, superar todo, debo relajarme.
Llego hasta una cantina que tiene promoción en cerveza. Entro en el lugar, es una vieja casa remodelada, el patio no tiene techo más que unas monturas de las que cuelgan una serie de focos, en la parte que pertenece a la casa hay un boquete en la entrada que ambienta una borra en "J" de madera vieja con un mini bar detrás, al lado están los baños. Me siento en la barra y pido una cerveza, antes no concebía la idea de beber, el olor de la cerveza no me era apetitoso sin embargo ahora era un bebedor condecorado, sé que debo moderar mi consumo, no es bueno para el hígado y mi doctor me ha advertido de eso, voy una vez por mes para hacerme un chequeo clínico, el sexo desenfrenado es placentero pero también riesgoso de no usar protección y revisarse adecuadamente, por ahora todo dentro de mí va bien; o casi todo, porque el doctor ni el psiquiatra pueden recetarme nada para el mal de amor, los antidepresivos me sirvieron mucho pero no alivian una parte de mí, una que siento oscurece más y más con el paso de los años.
Me percato de un hombre del otro extremo de la barra que no despega su vista de mí, se ve de mi edad, quizá unos tres años mayor, está un poco redondo de la cara y tiene brazos anchos pero es bien parecido, nunca tuve problema con el físico en cuanto a mis citas para coger, sólo buscaba mantener el sexo ocupado y la cabeza distraída para no tener que pensar en... Bueno, ahora no quiero pensar en tantas cosas.
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La Promesa
FanfictionLa historia de Cuauhtémoc López y su novio, Aristóteles Córcega, terminó en Huautulco, cuando Aristóteles cerró con un beso la decisión de seguir a Cuauhtémoc hasta la Ciudad de México. ¿Pero qué pasó después? ¿Qué sigue en la historia de ARISTEMO...