CAPÍTULO 6 CUAUHTÉMOC

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He empacado mis cosas. Esta misma mañana sentía que el mundo podía estallar, estrellarse contra el sol o ser invadido por extraterrestres, no importaría porque yo tenía a Aristóteles y podríamos irnos a otro planeta para seguir amándonos, porque pensé que nos amábamos. Pobre pendejo, ablandé el caparazón de mi corazón, le permití entrar de vuelta, confiar en él, entregarme a él y salí herido de nuevo. Apenas llegué al hostal cancelé mi estadía y me despedí de todos forzando lo más posible una sonrisa.

      No sabía exactamente qué seguía, Aristóteles me había regresado el dije que le regalé apenas ayer, lo aprieto con fuerza, siento como aplasta mi piel, quiero que sangre, quiero poder sentir algo más que sólo este dolor, algo más fuerte que esta perpetua nada. Voy de regreso a la central, pido un boleto a Nayarit, la capital, me resulta raro pensar que me encuentro en un estado turístico, que Aristóteles se ha logrado esconder a los ojos de todos.

      Espero mi abordaje, será dentro de diez minutos, rememoro los días, la muerte de Diego, el vacío que dejó mi amigo en mí, que me hizo recordar a Aristóteles, el haberme reencontrado con él, haber visto una película con él, bailado juntos, comido una nieve, tenido su cuerpo sobre el mío. Por un momento pensé que tras muchos chistes malos la vida se había apiadado de mí, pero es una arpía que se nutre de los momentos tristes y hace origami con tus lágrimas.

      Llega mi turno para abordar el autobús, tomo asiento mientras el camión se va llenando, miro por la ventana frontal, mi corazón vuelve a asomarse, espera a que él entre como lo hizo aquella vez en Oaxaca, esperé a que Aristóteles apareciera corriendo, brincara sobre el parabrisas evitando que me vaya, pidiéndome que me quede, que luche a su lado, las puertas se cierran, el camión avanza, él no vendrá esta vez. Nada ocurre del mismo modo dos veces, me reclino en el asiento y cierro los ojos, quiero intentar dormir, quiero abrir los ojos y estar en casa con mis padres, mis hermanos, quiero dejar el dolor atrás, no quiero pensar en Aristóteles porque no lo culpo, ¿cómo podría?

Miro el reloj, son las 10:15 pm, calculo el tiempo en mi cabeza, la cena está preparada, tengo diez minutos para darme un buen baño, vestirme bien, arreglar la mesa y esperar a que llegue Ari a las once en punto como los hemos acordado. Así que me quito el mandil para correr al baño de arriba.

      El reloj marca las 10:50 pm, estuve revisando todo el tiempo mi teléfono por si me entraba una llamada de Ari o algo, pero sólo tenía el mismo mensaje de las 9:37 pm, en donde me avisaba que ya había terminado su ensayo. Planeé esta cena desde hace meses, mis padres habían salido de vacaciones con mis hermanos y se acomodaban las fechas perfecto. Ari estaba de regreso de su gira, llegó hace unas semanas pero hoy tenía que regresar al estudio para grabar nuevo material para su tercer disco. Me parecía que José lo estaba sobreexplotando. Pero yo estaba dispuesto a esperar, después de todo no se cumplían cinco años de noviazgo todos los días, cinco años de estar con Aristóteles, para mí era toda una vida, quería que esta vez fuera especial así que pasé toda la tarde cocinando, preparé lasaña, flautas enmoladas, pambazos y de postre hice un pastel de chocolate y mil leches como el que tiré cuando nos conocimos, guardaba la receta de aquella cita que tuvimos.

      Ahora la mesa ya estaba servida y yo estaba arreglado, me senté a la mesa a esperar, el reloj marcaba las once en punto pero Ari le gustaba llegar tarde, era un nuevo hábito adquirido, así que esperé. Esperé a aquel chico de chinos y nariz larga del que me había enamorado con tanta fuerza, pero los minutos se hicieron horas y las horas parecieron convertirse en días ante la espera, hasta que caí dormido.

      Sentí el aliento caliente de alguien en mi nuca, después un torpe beso en mi oreja, un cosquilleo placentero al principio que después se convirtió en molestia, me despierto de súbito, detrás de mí Ari pega un salto o mi cabeza se hubiera estrellado con la suya. Me sentía muy confundido, no sabía si era un sueño o él estaba de verdad aquí, toco la comida que he preparado, está fría, miro el reloj, son las 2:45 am, Ari esta hablando pero mis oídos no escuchan, me tallo las orejas con el dedo índice y las palabras entran de golpe.

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