CAPÍTULO 5

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Llegué a San Luis Potosí, allí encontré una nueva tranquilidad. Nunca había visitado esta ciudad, ahí me refugié en otro exclusivo hotel que ofrecía suites, ubicado en las Privadas del Pedregal, repetí la fórmula de la vez pasada, pagar en efectivo y extra para ahorrar las preguntas. Está vez estaba más seguro de que nadie me reconocería, he transformado por completo mi apariencia, mantengo mi tono de color rubio pero he cortado mucho de mi cabello y las pecas ayudan más, uso ropa casual para no llamar tanto la atención. El hotel cuenta con un gimnasio así que sigo ejercitándome, debo decir que he hecho mucho musculo en los últimos meses que en pasados años, mi pecho está alzado y mis brazos son fuertes, me gusta mi reflejo, me hace sentir más seguro. La comodidad dentro del hotel es excelente pero me siento con energías renovadas, quiero explorar.

Salgo a visitar mi nueva ciudad, sólo que esta vez no estoy interesado en las atractivas edificaciones ni parroquias coloniales, exploro las maravillas naturales de aquí, salgo a relajarme a la Cascada de Micos y la Cascada de Tamúl, visito el Sótano de las Golondrinas, me deslumbro con la parvada de aves emerger de la panza de la cueva. Me envuelvo en la arquitectura del Jardín Surrealista de Edward James, todo aquí es tan místico.

Cuando regreso a la ciudad después de varias semanas fuera, mi piel ha conseguido un ligero bronceado, noto que mis músculos resaltan más. Mantengo el contacto con mi madre aunque he dejado de escribirle semanalmente, ahora le escribo dos veces por mes o a veces sólo una. He dejado de verme en la televisión, cada día se habla menos de mi caso, ha pasado al archivero, no hay culpables ni motivos, no hay nada, la tierra me había tragado sin dejar rastro. La gente ya me estaba olvidando, está bien, es mejor así. Cambio las tardes de televisión y libros por cervezas nocturnas.

Me sumergo en los bares de la noche, me gustaba más esta música, no es vocal sino instrumental, no era algo que hubiera escuchado antes, no me recordaba a nada, sólo me producía ganas de bailar. Visito todos los antros gay de la ciudad, hace dos años de mi desaparición, me sentía más en confianza, ya tampoco pensaba mucho en Cuauhtémoc, esa vida había quedado atrás, casi siempre conseguía ligar a alguien en los antros pero no pasaba de los besos o el faje, mi sexo seguía sin despertar, me volvía a sentir indiferente a los demás, recordé una vez, más de joven, Temo me planteó la idea de ser asexual cuando le dije que nunca me había sentido atraído por ningún sexo, aquella idea revive en mi cabeza, quizá por eso lo mío con Temo no funcionó pero alejo ese pensamiento de mi mente.

Una noche decidí combatir aquel pensamiento, así que me doy un buen baño antes de salir a explorar un nuevo lugar, está noche conseguiría a alguien, lo llevaría al hotel y descargaría en él todas mis dudas. Encuentro un lugar diferente, los hombres de aquí son todos osos, lucen sus botas y sombreros. La música estaba alta, el piso mojado por la cerveza derramada, los hombres bailaban, estrellábamos nuestros cuerpos, en medio del tumulto conocí a un hombre, era alto, más ancho que yo, tenía una barba de candado, entre bailes provocativos se acercó a mí, se miraba bien aseado y muy borracho, nos besamos por un rato, comenzó a frotar mi miembro ansiosamente, encontré entonces una oportunidad, le propuse ir al hotel.

-Por supuesto guapo -dice arrastrando las palabras-. Pareces famoso.

Después de eso declino mi invitación, había cometido un terrible error al venir aquí, rodeado de tanta gente, encasillado, cualquiera podía reconocerme, aunque en el fondo sabía que no era así, habían pasado dos años ya, nadie recordaba aquel joven talento, nadie ponía mi música, nadie me recordaba y eso me estaba matando. Regresé a mi recinto, pareciera que este celibato nunca terminaría, el sujeto me había hecho un simple comentario, debido a su edad dudo mucho que supiera quién fui yo, regreso a recluirme como lo hice en Chiapas, me quedo en mi cárcel por al menos dos meses y medio.

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