CAPÍTULO 1 ARISTÓTELES

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Despierto en cama, llevo una bata blanca y estoy conectado a una máquina que bombea suero, me duele el estómago, me percato después que estoy en un hospital, la cabeza me da tumbos e imágenes como tambores empiezan a resonar en las paredes de mi mente, estaba dando un concierto, había mucha gente pero yo estaba solo.

Temo.

Cuauhtémoc y yo habíamos terminado dos meses atrás. Antes él solía calmar mis nervios escénicos pero esta vez no estaba para mí, pues bien, que se pudra. En el tequila encontré una mayor fuerza, un sabor que raspaba la garganta y embrutecía mi corazón, así formé mi propio círculo vicioso, me refugié en el alcohol. Tras bambalinas me preparé, mi equipo estaba listo pero yo aún no, me encerré en mi camerino para poder beber, sólo un poco, perdí la cuenta después del sexto trago, en realidad nunca la lleve.

Salí al escenario, trastabillo por él, mis bailarines se mueven de un lado al otro, dejo de seguirles el paso para concentrarme en la letra pero hay demasiado ruido y luz. Mi concentración falla, mi cabeza no está aquí sino en el recuerdo, junto al dolor de perder a quien más quería, siento un revoltijo en el vientre, se siente horrible, me hace eructar. Estaba molesto con Temo, los bailarines, el público, conmigo, así que respondí a sus abucheos, los maldije, la cabeza me daba vueltas y el estómago se me retorcía, al final terminé por vomitar, recuerdo poco, después de eso más ruido, luego oscuridad.

Y despierto aquí. Estoy solo, el control de la televisión no está muy lejos así que lo alcanzo con la mano y pongo el noticiero, una foto mía mientras vomito es lo primero que veo, «cabrones», pienso. La nota dice que soy un inmaduro, poco profesional por el ridículo que terminé haciendo, entrevistan a algunos de mis supuestos fans que reprochan mi conducta. Cambio de canal, todos los noticieros me sintonizan y las opiniones no son muy variadas, inmaduro, niño de mamá, intento de cantante y demás pero hay uno, un hombre que da una nota con un toque diferente, reprocha mis acciones, exhorta al público a dejar de seguirme ya que siendo gay qué se puede esperar de mí, una conducta tendenciosa y perjudicial, todo por ser gay. José, mi productor, entra en la habitación junto con una enfermera.

-Despertaste al fin -mira el televisor encendido, se apresura a quitarme el control para apagarlo-. No veas eso.

-Lo sé, la cague.

Da un suspiro y se encoge de hombros.

-Sí, Aristóteles, con mayúsculas pero son reporteros y noticias como estás les encantan. No te dejes llevar por lo que digan de ti.

-Pero es verdad. Y yo, insulté a toda esa gente, les vomité. Vomité en mis sueños, José. Ése concierto...

Reprimo mis lágrimas inútiles, la enfermera arregla unas cosas con la bolsa de suero, toma unos apuntes para después salir de la habitación dejándonos solos. José se lleva una mano a la cara, se mira cansado.

-Escúchame Aristóteles, todo esto no pinta bien, no te mentiré. Pero encontraremos la manera de salir adelante, cuando salgamos de aquí pedirás disculpas, unos tres conciertos a beneficencia, fotos visitando hospitales, donaciones a la comunidad, esas cosas las adoran los medios. Se resolverá.

Pero José no entiende. No le importa. Él ve en mí cifras, no puedo culparlo, todos hacemos lo nuestro, se supone que yo sólo debía cantar y no causar problemas, él tiene que impulsar mi carrera. Pero la parte que no me dice es que si nada de eso sirve y mi nombre queda manchado entonces adiós contrato y ayuda. No va a quedarse con una estrella apagada.

Decidimos que me quedaré por esta noche, es tarde y los reporteros cubren la salida, lo único que les ha dicho José es que he despertado y estoy mejor de salud -tuvieron que hacerme un lavado de estómago, por Dios-, yo no he hablado con nadie. Mamá vino a verme, me abrazó, lloramos, no quería soltarla, quería apretar los ojos tan fuerte que al abrirlos todo fuera un mal sueño pero no es así, está vez me tocaba afrontarlo. Mientras duermo me llegan pesadillas, después Temo. Me despierto empapado en sudor, con dolor en el corazón, enciendo la televisión de nuevo, las noticias sobre mí siguen, hace no mucho Cuauhtémoc era la nota, lo que había dicho de él en aquella entrevista, no era cierto, no se lo merecía pero estaba muy molesto, me sentía traicionado, nos prometimos cosas. A la mañana siguiente me cambié de ropa, estaba listo para salir y dar la cara, José y mi madre estarían conmigo, además de dos guardias para evitar a los reporteros, tenía la orden de no hablar, sólo pediría permiso para pasar cortésmente y después José arreglaría una conferencia. Él lo arreglaría todo pero él no podía arreglarme a mí.

Bajamos a la estancia del hospital, afuera podía oír los gritos de cientos de personas, había reporteros y fanáticos, todos me verían, todos me juzgarían. Se me viene un vuelco al estómago y la garganta se me hace pequeña, siento que no puedo respirar, apoyo una rodilla en el suelo, mi mamá se apresura a darme su mano.

-¿Estás bien, Ari? ¿Qué te pasa amor?

Su voz está distorsionada, la de todos, enfermeros se acercan desde el pasillo, tomo todas mis fuerzas para ponerme en pie. Les digo que estoy bien pero que necesito un momento para ir al baño, José quiere acompañarme pero le pido estar solo.

Entro al baño, hay un cubículo ocupado pero nada más, abro la llave y me echo un chorro de agua fría en la cara, apoyo mis manos en el azulejo del lavabo, inhalo y exhalo, lo repito. Un hombre de gorra negra entra al baño también, va al urinario, yo sigo con mis ejercicios de respiración, noto que el hombre me mira de reojo, se acerca para lavarse las manos, nuestras miradas se cruzan en el espejo.

-Perdona, pero eres Aristóteles, ¿cierto?

Asiento.

-Un gustazo -extiende su mano mojada en un saludo que yo acepto-. No te molestaré con cosas de fotos ni autógrafos, debes estar exhausto de esas cosas.

-Gracias.

-¿Qué tal vas con toda esa prensa fuera? Debes estar nervioso.

-Sí, algo así.

-¿Cómo saldrás? Si pudieras desaparecer todo sería más fácil.

Entonces lo entiendo. Sé lo que tengo que hacer, lo sé.

-¿Cuánto por la gorra amigo?

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