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—Nos convirtieron en los instrumentos perfectos para rehabilitar la continuidad del espacio-tiempo.—Explicó Cinco.

—O para corregirlo, como ellos decían.—Comentó Seis, cruzada de brazos.—No eramos los únicos, Luther. Había otros como nosotros.

—Seres fuera del tiempo, fracturados, extraídos de la vida que conocían.—Continuó su mellizo.—No sabemos como llegaron ahí.

—Pero si sabemos que no eran como nosotros.

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—Las emisiones de Dallas-Fort Worth les transmiten la llegada del presidente John F. Kennedy.—Seis rodó los ojos y cambio de estación.—La multitud aclama al presidente de los estados unidos. Miles de personas se agolpan para ver al presidente dejar Love Field con la primera dama.

El coche residencial se va. El presidente y la primera dama se dirigen al centro de dallas.

—¿Que estas haciendo, Cinco?—Le cuestiono su hermana, observando a su hermano bajar el arma de sus manos. Cinco solo le dio una rápida mirada antes de sacar su pequeña libreta de su bolsillo. Una libreta que conocía a la perfección Seis.—¿Que? ¿Ya? ¿Lo vamos hacer ya?

Sí. Lo intentaremos. Tal vez tengamos solo una oportunidad, Seis.—Le respondió sin mirarla.

Si. ¡Si!—Asintió su hermana con entusiasmo, levantándose del pasto.—A la mierda el contrato.

—Vamos a evitar el Apocalipsis ¿Si?—La miro estirando su mano a ella. Seis asintió tomándola gustosa.—Esto puede dejarnos exhaustos.

¿A quién le importa?—Se encogió de hombros.

Los mellizos concentraron su poder, y hicieron uso de el. No era una mentira que les dolía y les costaba, pero al parecer comenzaba a tener efecto ya que una luz azul comenzaba a verse frente a ellos. Un portal.

Podían sentir el cansancio en todo su cuerpo, como si tuvieran meses sin dormir o comer, pero lo valía. Lo valía porque el portal frente a ellos se empezaba a agrandar a un tamaño bastante considerable. Los mellizos se soltaron de la mano, mirando todo el esfuerzo de su poder frente a ellos.

—¿Esta listo?—Le pregunto su hermana.

No... no lo se.

Seis abrió sus ojos y gracias sus trabajados reflejos, pudo apartarse antes de que un extintor entrara por el portal y se dirigiera directamente a ella. Cinco la miro con sorpresa y Seis lo miro con desconcierto.

¿Esos son...?—Preguntó su hermana acercándose al portal, mirando a las personas que estaban dentro del otro lado.—Vamos, Cinco. Es hora.

Su hermano asintió y obedeció a su hermana. Los dos comenzaron a atravesar el portal, sin importarles el insoportable dolor que sentían.

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—Entonces, ¿Eran unos asesinos a sueldo?

—Si.—Afirmó Cinco, aceptando la taza de café que le ofrecía Luther.

—Tenían un código ¿No?—Los miro sentándose de nuevo en su lugar.—No iban por ahí, asesinando a cualquiera.

—No había código.—Hizo saber Seis.—Eliminabamos a cualquiera que interfiriera con la linea temporal

THE GIRL | Klaus HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora