—Muchas gracias —después de pagar tomó aquellos hot dogs sonriente.
Se alejó del puesto y comenzó a comer para poder sentarse en una de las bancas del parque.
Sí que moría de hambre.
«Nuevo lugar, nuevas experiencias.»
Continuó comiendo mientras observaba los frondosos árboles, a la gente pasar, los niños jugando y riendo.
«Lindo pero no definitivo.»
Cuando acabó con uno de los hot dogs, una persona llamó su atención. Era una chica de cabello corto y rubio, estaba sentada debajo de un árbol.
Acomodó sus oscuros cabellos y parpadeó un par de veces.
«Se ve tan triste, ¿por qué?»
Suspiró y se puso de pie, caminó hacia ella sin prisa. A mitad de camino la chica la vio, lucía nerviosa.
La joven de ojos azules llegó y se sentó junto a ella, acomodando sus cosas.
Una mochila, una guitarra y un hot dog.
—Hola.
La joven se mantuvo en silencio, incluso se alejó un poco.
—Mi nombre es Lapis —se acercó de nuevo a ella.
El estómago de la rubia gruñó y la pelinegra rió.
—Es tu día de suerte —le extendió el hot dog—, es gratis.
—No gracias.
—Pero tienes hambre.
—Tú también, ¿no? —al fin volteó.
—Está bien, ya me comí uno.
La rubia infló sus mejillas y lo tomó.
—Gracias —le dio una pequeña mordida.
—¿Por qué estás sola?
—Larga historia.
—No tengo prisa.
—No te conozco.
La ojiazul rió y le extendió la mano.
—Lapis Lazuli, dieciocho años, supuesta cantante y chica sin hogar.
La rubia le dio la mano sin tanta confianza.
—Ahora ya me conoces un poco.
La chica sonrió levemente.
—Me llamo Peridot.
—¿Y entonces?
—Bueno, tampoco tengo un hogar.
—¿Huiste de casa?
—No, huí del orfanato.
—Oh.
Aquella chica sonaba realmente triste.
—¿Hace cuánto?
—Un par de días... he estado vagando por la ciudad —terminó de comer.
—Mmm... yo llevo un tiempo viajando —sonrió.
—¿Viajando? ¿dónde has estado?
—Ah... un par de pueblos y ciudades.
—Suena interesante.
—Lo es, un poco difícil y todo, pero conocer tantos lugares ha sido genial.
—Yo nunca he salido de esta ciudad —miró hacia arriba, hacia las hojas de los árboles.
—Qué aburrido —dijo automáticamente—. Es... como no ser libre...
—Lo sé.
A pesar de todo, Lapis se sentía bien, bien con aquella compañía. No lo entendía realmente, pero percibía ternura en esa chica.
—Oye, Peridot.
—¿Sí?
—Viajemos juntas.
Se vieron por un par de segundos sin decir nada, al menos hasta que la ojiverde volteó hacia el frente y asintió.
—Claro.
—Excelente.
—No es como que tenga algo más que hacer.
Lapis se alegró.
Al fin compañía.
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