Capítulo 27: No vamos a regresar

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Los niños nunca habían sido tanto de su agrado, no realmente. Y esa era una de las razones por las que jamás había considerado seriamente en tener hijos.

Pero el niño que veía en esos momentos lograba cambiar su percepción, al menos por ese momento.

Aquellas cuatro mujeres jugaban alegremente con el niño de cabellos rizados.

Era un partido de volleyball.

Suspiró y jugó con la arena de la playa, volteando hacia otra dirección podía ver a aquel hombre de cabellos largos, quien se encontraba cocinando algo en una parrilla.

A su lado estaba Peridot, no escuchaba de qué estaban hablando.

-Iremos a visitar a Steven la próxima semana, deberían venir con nosotras -Amatista buscaba algo en la alacena.

-¿Quién es Steven? -preguntó la peliazul.

-Oh, bueno, él es el hijo de una amiga que murió hace tiempo ya -aquel tono era extraño en ella-. Rose, era nuestra líder -volteó a verlas.

-¿Qué pasó con ella? -preguntó la rubia.

-Ah, es triste, fue cuando nació Steven de hecho -comenzó a abrir el paquete de galletas-. El parto se complicó y Rose falleció. Su padre se negó a dejarlo con nosotras, y bueno, supongo que es comprensible. Aunque aún nos deja verlo de vez en cuando.

-Honestamente él es lo mejor que hay en nuestras vidas -dijo Perla, que recién entraba a la cocina.

Lapis y Peridot se observaron, ambas decaídas.

Según los cálculos que había hecho por todo lo que había escuchado alguna vez, Steven habría de tener menos de diez años.

Aunque se veía más pequeño.

Era un niño dulce y risueño, bastante amable.

A ella y Peridot las había tratado muy bien incluso cuando las acababa de conocer.

-¡Lapis! ¿Nos pasas la pelota?

La ojiazul sonrió cuando oyó la voz del castaño, asintió y fue por ella. La levantó de la arena y luego la arrojó hacia arriba, golpeándola para mandarla de regreso.

Ellos continuaron jugando.

Suspiró y se recostó sobre la arena, viendo aquel cielo semidespejado.

Era una tarde templada.

Estaba intentando relajarse, realmente lo necesitaba.

Aún tenía los nervios de punta desde hacía varios días. Había tenido un incidente no muy agradable.

Se abrazó a sí misma al recordarlo.

Un ataque a una casa usada para negocios igualmente ilícitos.

Todo estaba bien hasta que se desconcentró, su mente se perdió por un momento y al otro sintió que alguien pateó una de sus piernas y luego le sometieron en el suelo.

Una voz dulce y aniñada, una cabellera pelirroja y una fuerza que no iba acorde al cuerpo delgado de la chica.

Y ella no hizo nada.

Sabía cómo defenderse, incluso aún llevaba su arma, pero no se movió.

Ni siquiera cuando la joven le apuntó en la cabeza, sonriendo victoriosa.

Sin hogar | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora