—Sabes que te adoro, Peridot —le dijo al oído, abrazándola por detrás.
—Mmm... no lo sé —ladeó su cabeza.
Lapis Lazuli rió.
—Wowowow mucho cariño —dijo Amatista desde el sofá.
Perla rió a escondidas.
La rubia y la peliazul se avergonzaron, pero la ojiverde no tardó en voltear a ver a su pareja.
—Solo un besito —tomó las mejillas de Lapis antes de unir sus labios rápidamente.
Lapis le sonrió y luego miró a Bismuto, asintiendo para después retirarse.
En esos tiempos Lazuli aún lucía bien, feliz.
En esos tiempos Peridot aún podía moldear su mente para que no se sintiera mal por lo que hacían.
—¡Peridot! Tienes que salir de ahí —Perla tocaba la puerta.
—Amiga, ya llevas dos días encerrada en tu cuarto —dijo Amatista con irritación—, no has salido ni a comer.
—¡Váyanse! No pueden ayudarme, ¡no quiero verlas!
Peridot estaba en la cama, pero no tardó en ponerse de pie. Se acercó a la puerta, colocando su oreja en ella.
«Al fin van a salir»
Había estado esperando a que todas se retiraran para realizar cualquier cosa, no quería tener que explicarles nada, o que ellas no la dejaran irse.
Sacó su maleta del clóset, guardó su teléfono y cartera en una bolsa y buscó sus zapatos.
Cuando escuchó que encendían el auto se alivió un poco, ahora solo tenía que colgarse la guitarra para poder bajar.
Hizo todo con prisa, apenas se había preocupado por cerrar la puerta principal.
Caminaba con prisa, no veía a nadie a los ojos. Se le dificultaba avanzar, pues cada cinco pasos se limpiaba las lágrimas.
Tuvo que quitarse los lentes por unos minutos, al menos hasta que llegó a la avenida principal, tenía que visualizar un taxi para poder tomarlo.
Al conductor tuvo que verlo cuando este subió sus cosas a la cajuela y cuando le preguntó a dónde se dirigía. Después de eso se sentó detrás de él y no le siguió la conversación.
Estaba quieta, ni siquiera veía por la ventana.
Ese día se sentía peor a comparación de los otros.
Había tenido una pequeña esperanza que se esfumó pronto.
Quiso negarse a creer que Lapis había muerto, ella solo había visto cuando le dispararon, pues la muy idiota salió corriendo.
Su investigación fue corta, no tardó en encontrarse con una noticia redactada, además de un pequeño reportaje donde claramente aparecían los forenses.
Quería dejar de negarlo.
Lapis Lazuli ya no estaba.
Pero no quería seguir imaginándosela dentro de una bolsa negra, sin vida.
Sin ser más la mujer que amaba.
El "si yo hubiera" jamás le había pesado tanto.
Su teléfono sonó y ella dio un salto, sintiendo la ansiedad crecer. Tuvo que hacer pequeños ejercicios de respiración antes de tomar el dispositivo.
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