Capítulo 18: Solo tú y yo

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    —Por favor no vayas a colgar.

    —Tranquila.

    —Tú... ¿estás bien?

    —Sí, lo estoy.

    Peridot sonaba tan apagada, y eso dolía.

    —Oye.

    —Dime, Laz.

    —Perdóname —sollozó—, perdóname por dejarte sola, jamás quise que pensaras que no te quiero...

    —Está bien...

    —Claro que no, te has sentido muy mal y te dejé de lado.

    —Lapis.

    —¿Qué?

    —Extraño mucho estar contigo.

    Después de unos segundos de silencio la pelinegra por fin habló.

    —¿Podemos vernos?

    —¿Vernos?

    —Sí, vamos a comprar un helado, hay que aprovechar antes de que sí se ponga frío —sonó nerviosa.

    —Me parece bien...

    —Entonces te veo en la heladería del centro, ¿sí?

    —¿A qué hora?

    —Te veo en media hora.

    —Está bien, te veo al rato, Lazuli.

    —Sí...

    La pelinegra colgó y tomó aire, se sentía muy ansiosa. Rápidamente fue a su habitación a buscar ropa más decente, estaba emocionada por ver a la rubia.

    Cuando llegó a aquel local comenzó a fijarse hacia todos lados para tratar de localizar a la joven. Y no tardó en verla, la ojiverde venía desde su lado derecho, había terminado de cruzar la calle.

    —Hola.

    —Hola, Lazuli.

    —Vamos ya —sonrió—. Hay que hacer fila.

    Cuando salieron comenzaron a comer de lo que habían comprado, sin decir palabra alguna y solo caminando por las calles del centro.

    —Peridot —interrumpió el silencio.

    —Dime.

    —Habla.

    —¿Qué quieres que diga?

    —Lo que necesites —la miró sin dejar de caminar—. Cuando te fuiste estabas muy enojada y dijiste muchas cosas, pero siento que aún falta.

    —Sí, es cierto —suspiró y volteó a verla—. Pero primero hagamos otra cosa.

    —¿Qué?

    —Tu cabello se ve fatal.

    Lapis Lazuli frunció el ceño y dejó de comer del helado.

    —Y el mío igual, está muy largo para mi gusto.

    —¿Estás sugiriendo que vayamos a un salón de belleza?

    —Alguna vez me dijeron que cortar o pintar tu cabello representa buenos cambios y sube el ánimo —comió un poco—. No sé si sea cierto pero tengo dinero y no sé en qué gastarlo.

    La ojiazul sonrió y suspiró —Está bien, pero tendrás que ayudarme, no sé qué hacerle a esto —agarró un mechón de su cabello.  

Sin hogar | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora