14

13K 779 20
                                    

14.

Treinta minutos más tarde, luego de tratar de tranquilizarme y obligarme a mí misma a no llamar a Cassie para contarle esta locura, James golpea la puerta de mi habitación y me observa con los brazos cruzados en el pecho.

—¿Estás lista?

No, no lo estoy.

—Que casualidad, tengo mi agenda vacía para hoy, así que ¿por qué no?—me encojo de hombros.—¿Sabes dónde quieres hacerlo?

Pasa una mano por su mandíbula.—Si. Hay un pequeño lugar a tres calles de aquí.

—Bien.—asiento, ignorando el malestar en mi estomago. Observo mi atuendo mientras me levanto de la cama, y me alegra no haberme puesto algo muy llamativo, que grite "voy a casarme", ya que James sólo tiene puesto unos pantalones de jean con una camisa blanca, viéndose guapo y casual al mismo tiempo.

Si soy honesta, mientras estaba empacando en la casa de James, iba a guardar un pantalón de vestir con una blusa elegante. Pero después me arrepentí. Por más que estábamos huyendo a Las Vegas para evitar lo que conllevaba preparar una verdadera boda, todavía teníamos que actuar y convencer a nuestras familias. Podíamos intentarlo, al menos. Así que terminé guardando un vestido blanco por debajo de las rodillas, con un pequeño escote en v, que había comprado hace un año atrás para un evento que tenía en ese entonces.

Sigo a James una vez que tengo todo preparado. Cruzamos el vestíbulo, uno al lado del otro, y salimos hacia el cálido sol primaveral de Las Vegas. James mencionó que la capilla se encuentra a tres calles, pero se siente como una eternidad mientras nos abrimos paso entre la gente.

He estado en Las Vegas un par de veces antes, pero siempre por el trabajo. Nunca pude disfrutar de la cuidad y de todos los maravillosos lugares que habían aquí. Mayormente estaba un día o dos, y después tenía que volver a San Francisco. Tal vez, después de que hagamos esto, pueda salir s recorrer un poco. Exactamente a tres calles, James se detiene frente a una pequeña capilla blanca, muy parecida a las que aparecen en las películas.

—¿Quieres acabar con esto?—me pregunta.

Levanto la mirada hacia él, James también me está mirando. No, me está analizando. Y sé que puede ver la incertidumbre en mi rostro, pero si está preocupado de que salga corriendo, no lo demuestra.

¿Quiero acabar con esto? Si.
¿Estoy lista para hacerlo? Ni en un millón de años.

—Por supuesto.—le sonrío ampliamente y entrelazo su brazo con el mío, antes de entrar al lugar.

Hay dos personas sentadas detrás de un escritorio, que levantan la vista cuando entramos. No nos dicen nada por nuestros atuendos, y si observan lo poco afectuosos que somos entre nosotros para ser personas que se van a casar, no lo mencionan. Me hace preguntarme cuantas personas extrañas vienen aquí para casarse. Me imagino que varias. Simplemente nos entregan unos papeles que llenamos rápidamente, elegimos el paquete de ciento sesenta dólares que incluye una ceremonia en la capilla—con el cura incluido—, un ramo de rosas, un fotógrafo y un CD de cinco fotos de alta calidad para poder recordar este "día tan especial."

Así que por ciento sesenta dólares, nos íbamos a casar.

James y yo nos paramos frente a un hombre que no parece estar completamente cuerdo, y lo escuchamos murmurar un par de cosas que apenas se le entiende. Si esto es lo que hay que pasa por una boda de ese precio, entonces que así sea. Mantengo la vista frente de mi, hacia la camisa blanca de James y observo que los primeros dos botones los tiene desabrochados, ¿lo habrá hecho a propósito? Aprieto el ramo de flores en mis manos e intento calmar mi ansiedad.

Hasta que el contrato nos separe. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora