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4:43am

Ese horario aparece en la pantalla de mi celular.

Incluso aunque intento cerrar los ojos y volver a dormir, lo encuentro imposible. No sé realmente la razón por la cuál mi insomnio decidió volver, tal vez porque desde que llegué aquí, mis emociones han estado subiendo y bajando. Solo he estado en París un día, y ya he hecho cosas que me dije que jamás haría. Como besar a James. Y, si Cassie no nos hubiera interrumpido, estoy segura de que hubiéramos roto las reglas que yo misma creé.

Me doy la vuelta y observo a James dormir boca abajo, con su rostro en mi dirección. En algún momento de la noche cada uno se volvió a ir a su lado, separándonos. Y no pude evitar extrañar sus brazos alrededor de mí cuando me desperté hace unos minutos atrás. Eso no es normal. Extrañar algo como un simple tacto no es algo a lo que estoy acostumbrada, y no sé si quiero estarlo jamás. Al menos, no con James. No porque sea un mal tipo, es una buena persona y me ha ayudado muchísimo con mi empresa e, incluso, con mi hermano, pero va más allá de eso. La única razón por la cual estoy aquí, en París, a su lado, es por el acuerdo. Tiene que ser por el acuerdo. Si cualquiera de los dos da un paso afuera, se terminó. No puedo permitir enamorarme de nuevo, la última vez que lo hice terminó con la muerte de mis padres. Y todavía no estoy preparada para dejar salir a ese tipo de sentimientos de nuevo. Así que, sin hacer ruido alguno, me levanto de la cama y empiezo a buscar mi ropa. No creo que sea difícil buscar un vuelo a esta hora de la mañana, e incluso si lo es, prefiero esperar en el aeropuerto y no aquí. . Necesito estar un momento lejos de James para acomodar mis pensamientos. Cuando termino de cambiarme y de arreglarme un poco para no parecer un zombie, tomo mi celular y mi maleta con cuidado de no hacer ruido. Luego le enviaré un mensaje a James diciéndole que tuve una emergencia y necesitaba regresar a San Francisco.

Paso despacio por el pasillo y me detengo de golpe al entrar en la cocina y encontrar a Andrew Miller sentado en la isla tomando un café. No luce para nada sorprendido de verme, al contrario de mí que casi me da un susto de muerte. Le sonrío un poco y evito el malestar en mi estómago cuando me observa de pies a cabeza y luego a mi maleta. Sé cómo se ve. Como si estuviera huyendo. Y lo hago. Pero no tiene porque saberlo.

—Hola.—le digo, todavía en mi lugar.—Buen día.

Él asiente en mi dirección.—¿Te vas?

—Si.—admito.—Hubo un problema con los arreglos de la editorial, y necesito regresar. Le escribí una nota a James avisándole, no lo quería despertar.

Doy un paso más cerca de la salida cuando escucho:—Espero que no le vuelvas a pedir dinero a mi hijo para solucionar tus problemas.

Me detengo de golpe y, sin poder evitarlo, miro con el ceño fruncido al hombre delante de mí. Finalmente decidió mostrar sus verdaderos colores.—¿Disculpa?

—Me oíste, Claire. Soy viejo, no estúpido.—dice tranquilamente y le da un sorbo a su café.

—No le pedí nada a mi marido. Él mismo se ofreció y yo ni siquiera quería tomarlo. De todos modos, nuestra relación o cómo nos manejemos es nuestro problema.

—No lo es cuando interfiere con mi empresa.

¿Es por eso que está preocupado por el dinero que James me prestó o por el acuerdo pre-nupcial? ¿Por su estúpida empresa?

—¿Su empresa?—le pregunto irónicamente.—Si está preocupado por su dinero, entonces déjeme asegurarle que no me interesa. Creo que su hijo debería ser más importante aquí.

Se inclina hacia adelante, apoyando los codos sobre la mesa.—¿Crees que no me preocupo por James? No es solo por el dinero, Claire. Me preocupo por mi hijo y mis hijas. Pero me molestan los engaños, y huelo algo extraño aquí.

Hasta que el contrato nos separe. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora