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Creo que podría vivir acá.

Me digo a mí misma, mientras observo desde el balcón del restaurante las brillantes luces que salen de la Torre Eiffel. He visto este tipo de imágenes en Internet, pero nada se compara con la realidad. James no ha dicho ni una palabra desde que llegamos aquí, ni siquiera durante el camino hasta el restaurante. Mayormente cuando hacía eso, encerrarse a sí mismo, era porque estaba pensando en algo que lo tenía preocupado. Estoy segura que la razón era la discusión que habrá tenido con su padre antes de llegar al hotel, pero, mientras no apague mi nube de felicidad, no le voy a preguntar nada al respecto.

James pide por nosotros, porque el menú está en francés y él conoce del idioma—qué sorpresa. Así que, durante la espera, me quedo admirando la hermosa vista frente a mi, e incluso le tomó un par de fotografías con mi celular para poder recordar este momento, mientras que James se levanta y me dice que irá al baño de caballeros por un momento. Cuando regresa, justo el camarero está dejando nuestros pedidos sobre la mesa. Es ahí cuando noto que luce más molesto de lo común. Así que me inclino levemente sobre la mesa, decidida a preguntarle qué está mal, porque no quiero ver su feo rostro mientras disfruto del, posiblemente, mejor día después de mucho tiempo.

—Entonces, ¿Qué ocurre?—le pregunto, un tanto curiosa por su respuesta, pero también cansada de su mal humor. Si estábamos obligados por permanecer juntos por los siguientes meses, entonces él también tenía que cooperar. James, en cambio, me ignora, y continúa disfrutando de su cena. Es increíble este hombre. Puede destruir el momento en pequeños segundos. No todo el mundo logra ese efecto en mí, pero él lo hace. Así que pasamos los siguientes minutos ignorándonos el uno al otro, incluso tengo que levantar mi cabeza para verificar que todavía se encuentra allí. Cuando termino mi cena, termino de tomar lo que queda en mi copa de vino, y me levanto. Mi supuesto marido ni siquiera levanta la mirada.—Espero que disfrutes de tu cena.—le digo sarcásticamente y, sin esperar su respuesta, me largo de ahí lo más rápido que puedo. Ni siquiera me molesto en mirar hacia atrás, ahora mismo, poco me importa James, porque acaba de arruinar una noche hermosa que, si él no hubiera dicho nada, iba a pasarla sola. Yo no pedí de su compañía. Aunque creo que mi culpa fue aceptar ir a cenar juntos, pensando que tal vez podíamos disfrutar de un tiempo juntas y conocernos más.

Cuán equivocada estaba.

Salgo del restaurante y hago mi camino hacia el hotel, tal vez pueda conseguir una habitación vacía solo por esta noche. Si no es así, entonces me encerraré en la habitación, James puede dormir en el sofá. Escucho mi celular sonar en mi cartera durante todo el camino, pero lo ignoro. Sé que es James, y no tengo ánimos de contestarle. Cuando estoy llegando al hotel escucho su voz, así que apuro mis pasos. Suerte que decidí ponerme unos zapatos planos. Pero no llegó muy lejos, porque, antes de que pudiera cruzar la puerta, siento su brazo tomar el mío.

—Claire, ¿qué demonios?

Tiro de mi brazo para que me libere.—¡Suéltame, loco cavernícola!

Me hace caso al ver que estamos llamando la atención de la gente que pasa por la calle.–Baja la voz, Jesús.—pasa la mano por su cabello.—¿Cuál es tu problema?

Oh no.—¿Mi problema?—me señalo a mí misma, y sin poder evitarlo, suelto una gran carcajada. Esta loco. Es la única respuesta razonable que se me puede ocurrir en este momento. Es estúpido que me quede discutiendo con él, no parece el tipo de hombre que admite sus errores. Así que, sin aviso alguno, me doy la vuelta y rápidamente entro al hotel, corriendo hacia los ascensores, y tengo que agradecer a los cielos que justo llego cuando una pareja se está subiendo en este. Entro rápidamente, y veo a James mirándome confundido mientras las puertas se cierran.

Hasta que el contrato nos separe. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora