Tal vez la cosa más difícil no fue hacer la apuesta, sino enamorar al idiota que tanto odiaba.
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𝖀𝖓 𝖆𝖒𝖔𝖗 𝖉𝖊𝖑 𝖈𝖆𝖗𝖆𝖏𝖔
En un pueblo de Colombia, la casa de Camilo ha sido test...
No me gusta anticipar mi cara sonrojada No me gusta que cualquiera se muera por sentir tu toque Todo el mundo te quiere Todo el mundo se pregunta cómo sería amarte
Taylor Swift - gold rush
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8 | El popular.
Abel era súper guapo, el más de nuestro curso. Moreno, alto y de ojos marrones. He visto debajo de su camisa y se encuentra un cuerpo que ni en sueños yo podría alcanzar. Más allá de eso, está su capacidad de sonreír y cautivar al que sea. Él es consciente de su belleza y la utiliza a su favor para que un profesor dé más plazo en una tarea, para que las chicas lo traten como si fuera un dios y los chicos lo inviten a todas sus fiestas.
Pero, así como lo veían todos, yo no lo soportaba. Tal vez influenció que, cuando yo lo saludé con la sonrisa más radiante que era capaz de dar el día que llegó, no me respondió el saludo. Me hizo sentir de lo más incómodo que me echara una mirada de inspector.
Recuerdo que me dijeron que, al igual que hice con Sofía y Celeste, debía ayudarlo con su horario, guiarlo para que encontrara las aulas y darle una pequeña introducción de los concursos que estaban a punto de darse.
Lo esperé en la entrada del colegio en su primer día. Lo reconocí tan solo verlo, tenía aparato en los dientes en ese entonces, con el cabello hecho risos por completo. Me pareció la persona perfecta para armar mi grupo de amigos. Lo saludé y, entonces sucedió, me miró sin ninguna expresión.
No hizo preguntas, solo lo vi asentir a cada una de las cosas que yo indicaba. Solo se mostró interesado cuando mencioné el equipo de vóleibol. Le dije que ese mismo día había adiciones para entrar. Después de ello, lo invité a sentarse con nosotros en el almuerzo, pero ni siquiera pudo formular respuesta porque sonó el timbre y todos salieron de sus salones. Él cerró los ojos como si le torturara estar en medio de tanta gente. Escuché cuchicheos por todos lados, lo tomé del brazo y quise alejarlo para que dejara de sentirse agobiado, pero solo habíamos dado un par de pasos cuando un grupo de estudiantes de cursos menores se acercaron.
De repente estábamos en medio de una oleada de personas hormonales que querían una foto con él. Y Abel ni siquiera pareció abatido por ello. Lo que me dio rabia fue que a ellos sí les sonriera y a mí no, ¿qué tenía de malo yo?
Pero, ya que estamos siendo sinceros, no odié que Abel tuviera atención. Tampoco que me sintiera sin brillo a su lado entre los estudiantes, ellos me importaban poco. Me molestó que él resaltara en cada una de las asignaturas, era el primero en responder, el que daba comentarios con mejores argumentos y el que lograba dejarme callado. Recuerdo que al día siguiente nada más me corrigió sobre un dato mal que di sobre la segunda guerra mundial.
Así, él se presentó a la prueba de voleibol y terminó por darme un balonazo en la cara. ¿Me molestó? No el golpe, sino que él fuera el que desencadenó la risa de todos los presentes. Me avergonzó de la manera más horrible. Yo nunca era victima de bromas, ni causaba risas por cosas como esa, yo destacaba por ser el mejor.