Capítulo 34.

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Yo te tuve y te perdí
Pero no lo comprendí
Me equivoqué, pero jamás podré saber cómo has ido
¿Cuánto hará que no me ves?
¿Es un año? ¿Es un mes?
Si llorando estoy, comprende que yo sufra en silencio
Necesito tu perdón

ABBA - Ring Ring

34 | Después de todo

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34 | Después de todo.

Cuando regresé a casa. Aún me sentía horrible. Un poco porque recién se estaba yendo el efecto de la anestesia y me comenzaba a doler el golpe en la frente. Pero, también, estaba esa sensación en el pecho de no saber qué hacer y sentir que habías arruinado lo bueno que tenías.

Seguro que mamá pensaba que yo estaba en mi cuarto. Pero me había escapado por la ventana y daba vueltas por el parque. ¿Qué iba a hacer? Mi vida estaba patas arriba y necesitaba volverla a su sitio.

Así que corrí hasta la casa de Abel. Y sé que debí golpear la puerta principal, esperar a que su mamá abriera y esperar a que Abel quisiera verme. Pero no, lo que hice fue tirar pequeñas piedras a su ventana desde el patio de mi anterior casa.

Qué bueno que funcionó porque ya estaba en planes de lanzarle una piedra más grande y quebrar su vidrio.

—¿Podemos hablar? —pregunté con precaución. Tenía mucha vergüenza de que su mamá me viera. O sea, había tratado de una pésima manera a su hijo. También, mi voz sonó entrecortada porque tenía ganas de llorar. Él apretó los labios y, Dios, cómo había extrañado esa cara—. Por favor.

Estaba que me ponía de rodillas. Pero, antes de que yo dijera algo más, él cerró la ventana. Y mi primera idea fue insistir otra vez. O trepar hasta el segundo piso y entrar a la fuerza. Así, todo en plan acosador.

Pero caí en cuenta de que no debía obligarlo a escucharme. Estaba resignado a irme y a darle su espacio, cuando lo vi salir de su casa. Tenía un pantalón corto y una camisa sin mangas que, al instante me calentó. No voy a tratar de hacerme el culto. Yo siempre andaba con ganas de Abel. Él era guapo. Tenía un cuerpo increíble. Una voz que me hacía temblar las piernas. Pero su sonrisa me hacía querer darle hijos y ni siquiera era posible.

—¿Cómo estás? —preguntó. Pero se mantuvo a la distancia. O sea, él en su patio y yo en el mío. Se cruzó de brazos y me lanzó una de esas miradas frías—. ¿Estás bien?

—¿Quieres hablar conmigo? —Él me dio una sonrisa y me tendió la mano para acercarme a su cuerpo.

—Si no quisiera hablar, no hubiera bajado.

—¿No estás enojado?

—Lo estaba. —Nos sentamos en los escalones del porche trasero de su casa. Él me agarró la mano y me sonrió. Y es que no lo comprendía. ¿Por qué hacía eso? Se supone que debí hacer drama y que algo rompiera nuestra relación—. Pero eres mi novio. Y quiero hablar de qué fue lo que pasó. Quiero entender por qué me trataste así.

Un Amor Del Carajo Ⓓ [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora