Capítulo 31.

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Lloré sobre su hombro porque la vida es dura
Las olas vinieron a mi cabeza
¿Qué has estado haciendo, mi amor?

Tiene cortes en el rostro porque luchó mucho
Sé que está perdido en sí mismo
Pero amo a este hombre como nadie más puede

Lana del Rey - How to disappear

Lana del Rey - How to disappear

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31 | Cena de navidad.

—Entonces, ¿quieres que pongamos un límite en nuestra relación?

Había pasado casi una semana desde que nuestra casa fue consumida en llamas. Recuerdo que solo me paralicé al ver eso. Mi papá se reía y no podía pararse bien de lo borracho que estaba, y mamá lloraba porque era como si se quemara tantos momentos. Yo también los vi pasar frente a mis ojos.

Mi tía decía que tal vez era para que soltamos el pasado, pero yo no podía. Aún me veía regresar a ese hogar con mis hermanas y mis padres para ser los mismos de antes. Creo que uno, de adolescente, siempre tiene ese pensamiento esperanzador.

Los vecinos fueron quienes llamaron a los bomberos y a la policía. Nuestra casa no terminó en cenizas, pero sí quedó destruida. Me pregunto a veces, qué hubiera pasado si nosotros hubiéramos estado adentro con todas nuestras cosas, de pronto habría estallado el tanque de gas y no quedaría nada de nuestra existencia.

Son años desde que no he visto a mi papá. Desde aquel día que se lo llevó la policía. Desde el día que decidió que no había oportunidad de arreglar lo nuestro. Fue complicado explicarle a Susi que papá ya no volvería a vernos. A esa edad, ella solo veía la parte buena de esa persona.

El todo es que, para cena de navidad, fui a la casa de mi novio. Mamá no quiso asistir y se quedó para pasar tiempo con Susi. Así que ahí estábamos, en la habitación de Abel mientras esperábamos a que su mamá nos llamara a cenar. No crean que yo fui mal educado y no me ofrecí a ayudar, sino que ella nos dijo que no era necesario y nos sacó de la cocina.

—¿A qué te refieres con límites? —pregunté. Estábamos sentados en su cama, uno frente al otro.

—Pues cosas que no te gustaría que yo haga. —Lo miré con el ceño fruncido sin entender de qué servía eso—. Por ejemplo, a mí no me gusta que las personas se alejen sin dar explicaciones. O sea, si tienes un problema, háblalo conmigo.

—Ah, vale, ya entiendo. —Miré al techo, pensando en cosas que no me gustaría que me hiciera, aparte de las obvias, claro está—. No quiero que, cuando cambies de planes o no puedas llegar, me avises sin tiempo. O sea, no quiero que me dejes plantado.

—Ok, entendido. Otra cosa, quiero que me avises si vas a estar ocupado y no puedes quedar o responder.

—Vale —me mordí el labio al pensar. Nunca me había imaginado que pasaría por eso y me costaba ser sincero o decirle cosas, así que miré mis uñas para no sentirme con vergüenza—. No quiero que me idealices, no me veas como alguien perfecto.

Un Amor Del Carajo Ⓓ [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora