Un Amor Del Carajo Ⓓ [COMPLETA]

Capítulo 39.

Distante estrella es este amor
Que a nuestro hogar es buen conductor

¿Qué sentiremos al terminar?
Lo que ha empezado podremos guardar

Yuridia - Con Toda Libertad

39 | Perder el amor.

Me volví a contactar con la médium. Me sentía lo suficientemente culpable como para buscar esa ayuda por mi cuenta. Así que, como sabía donde quedaba la casa de esa señora, fui hasta ella para resolver mis preguntas.

Era raro estar en esa salita otra vez. Era el único que faltaba por pasar. Una media hora atrás hubo como tres personas más. ¿Tantos creían en esto?

Una señora mayor salió de cuarto que estaba al fondo. Tenía la cara pálida. Me pregunté que le acaban de decir. Esperé un segundo antes de que me llamaran. Me levanté y di un paso y después otro. Necesitaba respuestas y esa la única forma sin que jugara a la ouija de nuevo.

La puerta estaba medio abierta. Tomé un respiro antes de empujar para entrar. Igual que la última vez, todo estaba oscuro y el calor era sofocante. La señora revisaba su celular y entonces levantó la mirada.

—¿Qué tenemos aquí? —Tomé asiento frente a ella. La única luz que nos llegaba era la de las velas que estaban a su alrededor—. Un gusto volverte a ver. ¿En qué puedo ayudarte?

—Ando en busca de respuestas.

—Igual que todos, cariño, todos andamos en busca de respuestas. Pero ya conoces las reglas. —Saqué mi billetera y puse el dinero en su mano. La última vez había revisado la bola de cristal para leer mi destino. Sin embargo, comenzó a barajar las cartas y las puso en frente a mí—. Solo toma tres.

No me tomé mucho tiempo en pensar cuales de esas iba a escoger. Solo las señalé.

—Estuviste jugando con los espíritus, ¿verdad? —Esos ojos claros parecían que me juzgaron. De repente me sentía demasiado nervioso de estar ahí solo. Asentí—. Buscaste respuestas con los muertos y ahora estás asustado de lo que hiciste. ¿Qué te pidieron para que te dejaran solo?

—Quiere un cuerpo.

—¿Fue tu hermana? —Comencé a sudar. ¿Por qué tenía que hacer tanta calor ahí adentro? Volví a dar una respuesta afirmativa—. ¿Encontraron su cuerpo cuando ella murió?

—Sí, porque la atropelló un camión, pero murió en el hospital. Así que la enterramos nosotros.

—Por lo que veo —cerró los ojos, como si le llegarán las visiones de manera automática—, está muy enojada. Lo que quiere es venganza. Quiere un cuerpo para vengarse.

—¿Poseer a uno de nosotros?

—¿No jugaste solo?

—No, fuimos cinco. —Ella frunció el ceño y me dio su mano para que la agarrara, con cierto desconcierto la tomé, volvió a cerrar los ojos—. ¿Qué puedo hacer para resolverlo?