Tal vez la cosa más difícil no fue hacer la apuesta, sino enamorar al idiota que tanto odiaba.
🍂 🍂 🍂
𝖀𝖓 𝖆𝖒𝖔𝖗 𝖉𝖊𝖑 𝖈𝖆𝖗𝖆𝖏𝖔
En un pueblo de Colombia, la casa de Camilo ha sido test...
Ni el mismo diablo Me hubiera hecho el daño Que me has hecho tu Y por eso me voy, por eso te maldigo
Pero antes quisiera decirte a la cara una vez sin temor Que tu no vales mas que yo
La Oreja de Van Gogh - No vales más que yo
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
37 | Rossana.
A penas acabamos con la sesión, todos se marcharon lo más rápido que pudieron. Julián y Celeste en sus respectivos carros, y Sofía en el primer taxi que encontró. No se pararon para hablar de lo que había sucedido ahí adentro.
Sin embargo, yo estaba muerto de miedo por lo que habíamos vivido. ¿Qué se suponía que íbamos a hacer? Viviana necesitaba un cuerpo. Pues qué se llevara a Julián. ¿O tendría que sacrificarme? Dios, estaba siendo tan pendejo.
Estaba afuera de la casa de Matías mientras esperaba que un carro me recogiera. Y lo miré apoyado en la puerta principal con la piel tan blanca como el papel. O sea, él era blanco, pero ese día estaba horrible. Miraba a la lada, cómo si estuviera perdido entre sus propios sentimientos.
—¿Estás bien? —Se sobresaltó en cuanto toqué su brazo. Asintió y evitó mirarme. Vale, yo comprendía su actitud conmigo. No era como si él no tuviera motivos—. ¿Estás seguro? Se nota que no te sienta nada bien lo que ha pasado.
—Todo ha sido tan raro. —Soltó un suspiro y se sentó en el suelo. Yo me senté a su lado. Evité mirarlo para que no se pusiera incómodo—. Estoy muerto de miedo. No quiero entrar a esta casa.
—Si quieres, me puedo quedar hasta que tu padre vuelva —sugerí. ¿Cuál era mi urgencia de ser bueno con él? ¿Tanto necesitaba de su perdón? Tal vez sí. O tal vez no podía conciliar con mi consciencia que alguien estuviera enojado conmigo y trataba de solucionarlo a toda costa—. ¿Qué te parece?
—Mis padres no van a volver hoy.
Y noté lo mucho que le aterraba pasar la noche a solas. A mí también me hubiera sentado como una patada en los huevos. Sobre todo en esa casa donde todo pasó. Tal vez ni dormiría con miedo a que algo se apareciera.
—Ay, Dios. ¿Qué piensas hacer? —Yo no podía quedarme con él. No quería quedarme en esa casa. Además, mi mamá me mataría si lo hacía—. ¿Tienes algún familiar cerca?
Él negó y escondió su cara dentro de sus manos.
—No debimos haber jugado. No debimos haber molestado a los muertos y nada de esto estaría sucediendo. —Se notaba como si quisiera llorar. Yo tenía que actuar rápido, buscar una forma de ayudarlo. Puse mi mano sobre su hombro y le di un par de palmaditas—. Tengo miedo. Ya no quiero tener esos sueños y apariciones. Solo quiero que todo esto vuelva a la normalidad.
—Yo también. Estoy cansado y muy nervioso. No sé qué voy a hacer. —Miré hacía el mismo atardecer que él miraba. Lo escuché quebrarse al instante. Era raro ver llorar a alguien que parece fuerte todo el tiempo—. Lamento demasiado haberte arrastrado hasta esta situación. Si no hubiera sido por mí.