Capítulo 36.

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Sé que te amaba tanto
Que dejé que me trataras así

Las cosas que hice
Solo para poder llamarte mío

Olivia Rodrigo - favorite crime

Si digo que me duele el corazón
Suena como una metáfora barata
Así que no lo repetiré más

Porque hablar contigo es un trabajo más duro
Entonces, ¿cuál es el punto de desperdiciar todas mis palabras
Si es igual o incluso peor
Que leerle poemas a un caballo?

Shakira - Poem To a Horse

Shakira - Poem To a Horse

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36 | Julián.

Él sonreía mientras esperaba mi respuesta. Abel se notaba que no le gustaba nada la idea de que me subiera a ese auto. Sin embargo, no dijo nada, como si de mí dependiera todo eso. Y claro que lo hacía.

—Voy a pedir un Uber —dije al sacar mi celular.

—¿Qué? ¿Me hiciste manejar hasta aquí para no subirte? —Lanzó una risa sarcástica y negó con la cabeza—. Sabes que me queda lejos, vamos, súbete que llegaremos tarde.

—No quiero. —Abel solo nos miraba—. Es que no esperaba que tú vinieras por mí.

—¿Por qué no quieres subirte? ¿De qué tienes miedo? —preguntó. Pero le lanzó una mirada a Abel y volvió a reírse. Yo ya estaba un poco cabreado con Celeste. Ella sabía que Julián no me lo pasaba y, aun así, lo mandó como remplazo. Después de todo, tal vez no quedamos en los mejores términos—. Ah, es tu novio el que no te deja.

—Por Dios, no quiero subirme en tu coche, ¿es tan difícil de entender?

—Entonces, no seas testarudo y súbete que nos esperan. —Se notaba en su voz que se estaba impacientando, pero no me importaba cómo se sintiera. O sea, yo debía comprenderlo y subirme, pero él no podía comprender que yo no quería—. Vamos.

—Por mí no hay problema —me susurró Abel y yo me giré para verlo. Él solo se encogió de hombros. Pero yo ya había pedido un carro. Él notó la forma en que lo vi—. Solo digo.

—No me voy a subir en ese coche, aunque tú no estuvieras. —Él parpadeó. Yo me volteé para enfrentar a Julián—. Puedes seguir, yo llego en un momento.

—Como quieras —dijo él.

Tenía un gesto de enfado. Estaba acostumbrado a que yo hiciera lo que él me mandaba. Pero ya no estaba para esos tontos juegos. Giró la llave y se marchó. Tenía que esperar otro par de minutos para que el carro llegara por mí.

—No me hubiera molestado, en serio —volvió a repetir Abel. Pero yo le di la espalda y me crucé de brazos—. ¿Qué pasa?

—Es que no lo hago por ti. O sea, me enoja que creas que, si no estuvieras, yo me hubiera subido. —Él se paró a mi lado y apretó los labios—. Yo hago las cosas que quiero, no me tienen que obligar.

Un Amor Del Carajo Ⓓ [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora