62. El reformatorio.

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Thomas conduce el coche concentrado. Mira al frente y sus músculos se tensan cuando tiene que cambiar de marcha. Me mantengo en silencio, esperando a que de su boca salga alguna palabra, pero eso no ocurre. El coche se mantiene completamente en silencio hasta veinte minutos después. 

Estamos en las afueras de la ciudad de Londres antes de lo que había pensado. Frente a nosotros hay un gran edificio. Tiene tres elevaciones de varias plantas. De él salen de vez en cuando varias personas. Miro a Thomas cuando aparca el coche y lo apaga. 

-¿Dónde estamos?

-En este lugar pasé gran parte de mi infancia - Thomas me mira y mi mano tiembla al escuchar su voz con un tono grave. Trago saliva estirando mi mano hacia la suya. Él sonríe y yo no puedo evitar que mi corazón se encoja levemente. 

-El reformatorio... 

Miro a Thomas, que asiente abriendo la puerta. Él sale y yo automáticamente intento acercarme a él, cerrando la puerta del coche. Se apoya en el capó del coche, cruzando los brazos. Tiene la mirada fija en el edificio, hasta que sale una mujer mayor de allí y lo observa en silencio. La mujer, con el pelo gris, sonríe al reconocer al chico de tatuajes y se acerca a él.

-Pequeño Thomas - La señora acaricia la mejilla de Thomas y éste sonríe, abrazándola. 

-Sabine, ¿Qué tal estás? 

-Bueno, aquí seguimos - La señora observa con un brillo en los ojos a Thomas. Decido darles un poco de tiempo y me alejo, yendo hacia uno de los laterales del edificio. Miro todo con especial atención. Por las ventanas se ven varias salas donde están algunos niños jugando o pintando. Sonrío al ver como las mujeres de allí ofrecen comida a los niños. 

Un pequeño punzamiento en mi corazón me hace volver a la realidad. Todos estos niños no tienen un lugar donde ir. Lo más probable es que sus padres o estén muertos, o les dejaran aquí nada más nacer. Duele saber que esto lo pasó Thomas. 

Escucho risas y me giro. Unos niños de unos cinco años juegan con una pelota. Me doy cuenta de la presencia de una niña, sentada en el suelo, en una esquina. Ella mira a los demás niños desde la distancia. 

Camino hasta allí y me siento a su lado. Ella me observa, apartándose un poco. Tiene dos trenzas y su ropa está un poco sucia.

-Hola pequeña - Ella me mira desconfiada y no dice nada - ¿Cómo te llamas? - Sigue sin responderme. Mira a los demás niños y agacha la cabeza. 

-Rebeka - Susurra levemente jugando con sus manos. Sonrío levemente y acaricio su pelo. 

-¿Cuánto tiempo llevas aquí, Rebeka? 

-Desde que nací - Me mira de reojo.

-¿Y cuántos años tienes?

-Casi cuatro años... Mi mamá estaba malita y me dejó aquí.

Yo asiento y miro como se cruza de piernas y de brazos. Intento no reír al ver como me observa.

-¿Y tú?

-Yo me llamo Nora - Sonrío al ver como asiente. 

-¿Y cuántos años tiene?

-Voy a hacer veintidos - Ella me mira extrañada. 

-Que vieja eres - Río asintiendo. 

-Un poco, la verdad - Ella asiente y ríe levemente - ¿Por qué no juegas?

-Los niños no dejan que las niñas juguemos, para que no nos hagamos daño... Pero yo no me haré daño.

-Claro que no, tú seguro que eres muy fuerte - Ella asiente.

STAY (BP 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora