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Capítulo 1: Todo es tan perfecto.

Eran cerca de las tres de la mañana cuando decidí adentrarme a aquel lujoso lugar; una mala decisión si tenías una perspectiva pésima, pero si no fuera así, sería el lugar idóneo para ser falsamente feliz.

Las mujeres se paseaban de un lado a otro, manteniendo el contacto visual con cualquier persona que entraba por la puerta, intentando cazar a cualquiera con sus pecadoras manos y su sensual contoneo de trasero.

En un momento, sin previo aviso, mi acompañante se paró en seco, seguido por mi. Apoyé mi mano en su hombro, llamando su atención, para que no hiciera alguna gilipollez como era habitual en él cuando iba borracho.

-Eh, Carlos -advertí-. Vámonos tío, por favor.

Una sonrisa mordaz apareció en su alargado rostro, señal de que no tomaría en cuenta mis palabras.

Mierda.

-Vete a encontrar lo que tú quieras, yo me voy a lo mío -me dijo, dando suaves golpes en mi hombro, para a continuación, marcharse.

-Hijo de puta -mascullé, frotando los dedos en mi frente.

Quería mucho a Carlos Right.

Tal vez no fuera el tío más agradable ni un tío dispuesto a ayudar (un capullo muchas veces), pero siempre fue mi amigo más leal.

Y por eso, me encontraba en el prostíbulo más famoso de la ciudad, a la espera de que acabara su juego de "campeón" para poder marcharnos a casa.

Gilipollas.

-No le des mucha importancia, guapa -giré mi cuerpo, contemplando la figura sentada sobre uno de los largos taburetes de aquel singular lugar-. Puedes pasártelo igual de bien que él.

Enarqué una ceja y repasé su cuerpo, de arriba a abajo, terminando en su seductora mirada.

Chiquilla atrevida.

-Estoy bien, guapa -respondí, haciendo énfasis en la ultima palabra-. Vete a buscar a otro que pueda pagar tus servicios, yo ya estoy servida.

Determiné que lo mejor sería ignorarla, volviéndome a buscar al gilipollas de mi amigo entre toda aquella aglomeración de mujeres. Pero no hallé rastro de él.

-Si me pruebas -una mano se deslizó por mi espina dorsal, erizándome un poco-, vas a querer repetir.

Al reaccionar, di la vuelta cabreada y sujete con fuerza la muñeca de la mujer que estaba aprovechándose, parando su tacto tan osado.

-Vuelves a tocarme y haré de ti un infierno -avisé-. No me voy con juegos.

La muchacha no se sintió amenazada, es más, se aventuró a sonreír y eso me molestó.

-No hace ni puta gracia -dije, soltando con ímpetu su brazo-. No es no.

Fue su turno de levantar una ceja y no pude descifrar porque era hasta que habló:

-Entonces estás en el lugar equivocado -su voz sensual se fue apagando, revelando su suave, pero determinante voz-. El gilipollas de tu amigo entrará con cualquiera de nosotras y aunque alguna ruegue que no quiere hacer algo, él la obligará.

No te preocupes por mi - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora