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Capítulo 20: Y aunque te pese

Ojos de todos los tamaños, observadores, siguiendo sus pasos hacía su perdición. Muecas confusas, comentarios extraños, atención que solo Natalia percibía en su cabeza.

Cruzó la calle y se detuvo a meditar lo que iba a hacer. Llevó, desesperadamente, su mano hacia su pecho, a comprobar si este seguía funcionando: latía ferozmente.

Se quedó un buen rato así, perdida entre la multitud, sin saber si continuar. Suspiro en la apagada mañana que se le presentaba, y sintió que de nuevo, de un modo incomprensible, venía hacia ella otro momento de inspiración.

Avanzó los pasos suficientes para llegar a su destino, siendo recibida por el policía Rodriguez, quién se sorprendió de verla aparecer. Natalia sonrió falsamente, inspeccionando el lugar. No había duda que Rodriguez se alegraba de verla nuevamente.

—Cuánto tiempo, señorita Lacunza —dijo el hombre, poniéndose de pie—. Supongo que la llamada la ha desconcertado.

—Me sorprende que este caso siga abierto —explicó Natalia, frotando su frente con las yemas de sus dedos, para calmar la ansiedad que le provocaba estar allí. Aunque dentro suyo, solo era la curiosidad—. Resolvisteis que no fue aquella chica... em...

—Alba Reche —Natalia dejó de respirar un segundo. Esa mujer hacía añicos su alma—. En fin, sabemos que no has tenido ningún contacto con ella, pero necesitamos que la reconozcas.

—¿Por qué? Yo expliqué en mi primera declaración que no la había visto nunca.

—Porque tal vez la última vez que fuiste al prostíbulo, ella estaba allí y tuviste un despiste. Si la reconoces, podríamos proceder a investigarla más a fondo. ¡Sería nuestro día de suerte!

Rodriguez habló de más, perjudicando la cabeza de Natalia.

—Acompáñame, por favor.

El silencio aniquilaba el juicio de Natalia, y no pudo evitar querer saber más de lo que pasaba en el caso de Carlos Right.

—¿Qué harán si reconozco a alguna chica? —preguntó.

Rodriguez rió.

—Nos ayudarías a encontrar el móvil del caso —el lugar a donde le había conducido el policía era el sótano. Natalia sabía muy bien lo que tenía que hacer, ya lo había hecho anteriormente con Valeria—. La muchacha nos la ha jugado mucho, y yo quiero encarcelarla, porque es evidente que fue ella.

Ella asintió e ingresaron a la habitación. Allí esperaban dos mujeres, quiénes solo saludaron y volvieron a sus actividades.

—Ya sabe como funciona esto —ella volvió a asentir, mientras Rodriguez apagaba las luces—. Recuerde que ellas no pueden vernos ni escucharnos.

La morena inhaló fuertemente y cruzó mentalmente los dedos para que Alba no estuviera allí. La luz, frente a ella, se encendió, quemándole los ojos. Cuando los abrió, no sabía hacia donde dirigir su mirada así que fue de derecha a izquierda.

La número seis no era Alba.

La número cinco no era Alba.

No te preocupes por mi - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora