III

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Capítulo 3: Es su mejor secreto.

La voz calló.

Hubo un momento de absoluto de silencio, y en seguida un fuerte golpe sobre la mesa: Valeria había vuelto a perder la entereza.

-¿Por qué no has contestado a mis mensajes? -cuestionó-. ¿Qué hacías que no contestabas a mis mensajes?

Me humedecí los labios y me retorcí las manos con nerviosismo.

-He ido a ver a mi madre -expliqué-. Me distraje hablando con ella.

-Joder, Natalia... -levanté la cabeza y miré a mi novia de hito en hito-. ¿Te crees que soy imbécil? ¿Crees que no lo sé?

Estaba sentada sobre el sofá, con la mirada puesta en los ojos enfurecidos de mi novia y las manos quietas sobre mi regazo, tan quietas que empezaban a pesar.

-¿Sa... saber qué? -tragué saliva-. Valeria, no discutamos más, por favor.

-Eres tú -sentenció-. Eres tú quién saca lo peor de mi, joder.

-Yo sólo quería ir a ver a mi madre... -suspiré-. Lleva queriendo vernos hace mucho tiempo y sigues rechazando su invitación.

-Tu madre es una pesada -dijo con amargura-. Va encontrar el mínimo error en nuestra relación y va hacer que nos separemos, ¡es una maruja desquiciada!

Afirmé con la cabeza, aún sin creer que fuera del todo cierto.

-Voy a ir a una reunión de negocios -anunció seguidamente-. Y no sé a qué hora llegaré, en todo caso, no me esperes despierta.

-¿No puedo ir contigo?

Valeria volvió a enrojecerse de la cólera. Y una vez más, su voz fría y tajante detuvieron mis deseos de acercarme a ella.

-¿Te has vuelto, loca? -dio un paso hacia delante-. ¿Te has visto en el espejo? ¿Quieres que mis amigos se burlen de mi?

Negué con la cabeza.

-Entonces cierra la boca -advirtió-. No vas a acompañarme a ningún lugar, no voy a presentarte en sociedad con ese rostro tan inmundo -me dio un repaso desde su altura-, y ese cuerpo tan enclenque.

-Lo siento, yo...

-Yo te quiero Natalia -me dijo, acariciando mi mejilla-. Pero me avergüenzo de ti.

Lo entiendo.

Me deshice en lágrimas cuando Valeria se marchó, cayendo en ese sentimiento tan doloroso de no entender porque no era lo bastante suficientemente buena para ella.

Al principio lo era, ¿que había cambiado?






A las dos horas, el timbre resonó por toda la casa, rebotando en mi desecha cara. Bufé sin ganas.

-¿Quién es? -grité y esperé que la visita revelara su identidad.

-¡Soy Mimi, Nat! -respondió con el mismo tono de voz-. Abre, cabrona.

No te preocupes por mi - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora