XXII

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Capítulo 22: No te convence

Sin saber porqué, Alba se encontraba bailando con ella. Julia estaba singularmente preciosa aquella noche. Se apretaba contra el cuerpo de Alba, quien creyó tener la obligación de hacerle una caricia. Pero la rubia no lo estaba disfrutando, la música era insoportable, el sitio estaba saturado de gente que no conocía y se sentía fuera de lugar.

Cuando terminó la canción, y el lascivo cuerpo de Julia no la quemaba más, se dejó caer en el sofá y registró otra vez la zona. Inspeccionó a cada invitado, finalizando en los ojos de su hermano, quien la miraba con un gesto satisfecho.

—¿Qué ha sido eso?

Levantó la cabeza y vio a María.

—¿El qué? —preguntó.

—El baile con Julia, rubia —dijo—. Estoy caliente hasta yo...

—No sé que hago aquí —comentó Alba, echando de menos su situación de hace unas horas—. Debería ir al estudio y desahogarme allí.

—Arrimarte a Julia —observó María con una sonrisa algo escandalosa—. ¿Ha ido muy mal con la morena?

Alba Reche negó con la cabeza y se puso de pie. La apretaba la decepción, pero a su vez la liberaba el perdón de Natalia. Sus ojos tenían aspecto de aislamiento, pero sus pies eran demasiado intrépidos.

Y además, quería olvidarse un poco de Natalia Lacunza.

Solo por una noche.

A pesar de que, siendo sinceros, esa mujer le engullía los pensamientos a Alba.

—¿Bailamos un poco?

—¡Ya estabas tardando! —contestó Maria, bebiendo un poco más de la lata de cerveza y dejándolo en el suelo—. ¡A disfrutar peña!

¿Queréis saber cuando tiempo dejó de pensar en ella?

Veintidós segundos.














Sabela Ramil la miraba fijamente, a la espera. No era la primera vez que Natalia tenía que encarar a aquella guapa y elegante mujer. Contarle sus sentimientos no le daba miedo, pero si le horrorizaba el cómo iba ella a interpretarlos. Apartó su mirada dos o tres veces; era resistente e incapaz de empezar.

—La última vez hablamos de la muerte de tu padre —inició Sabela—. Y creo que estuvimos de acuerdo en qué hoy charlaríamos un poco sobre Valeria, ¿correcto?

Como era de esperarse, los ojos de Natalia demostraron inmediatamente el pánico. La psiquiatra percibió la reacción y eso incómodo más a la morena.

—Puedes decir que no quieres hablar aún de ello —intentó reconfortar Sabela—. Podemos charlar de lo que desees, Natalia.

—No... yo... —se pasó la mano derecha por la mitad de su rostro. Le punzaba el recuerdo—. Valeria siempre ha tenido la manía de manipularme, y eso que no está presente.

—¿A qué te refieres?

La pregunta la asustó.

No te preocupes por mi - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora