XI

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Capítulo 11: No te preocupes por mi.

El reloj que portaba en mi muñeca izquierda marcaba las nueve de la mañana cuando subía por el ascensor, de camino a casa de Carlos.

Había tardado doce días en tomar la decisión de ir a verlo, hablar con él y pedir explicaciones. No quería reclamarle nada, pero era mi mejor amigo, así necesitaba saber que había pasado.

Iba a ser algo duro.

Al salir, me encaminé a la derecha, y di de lleno con un hombre que se dirigía al ascensor.

-Hostia, perdón -me disculpé-. Iba un poco distraída y...

El hombre hizo caso omiso, acelerando su paso y entrando con rapidez al ascensor. Le eché un último vistazo antes de que las puertas se cerrasen, en el que apenas pude ver sus facciones; pero parecía joven.

No presté mucha más atención y seguí el recorrido hasta el piso de Carlos. Allí me tope con la puerta entornada, a punto de cerrarse. Me pareció normal, puesto que él me había abierto el portón del portal.

Inhalé muy fuerte antes de entrar.

La cosa podía salirse de control.

Por ella.

-¿Carlos? -lo llamé tan pronto como cerré la puerta. El glacial clima me golpeó-. Joder tío, aquí hace mucho frío.

Miré el termostato que estaba colocado junto al espejo circular de la entrada. Pude observar mi cansado rostro a través de él.

Habían sido doce días muy intensos,

intensos y tristes.

Por ella.

Fruncí el ceño y me entró un sentimiento de inquietud cuando vi que el termostato marcaba tres grados bajo cero.

-Carlos, ¿dónde estás?

Él no respondía.

Apreté el interruptor y la luz del pasillo abrasó mis ojos.

Reinaba el más profundo silencio.

Avancé hasta llegar al final del pasillo, dónde desembocaría el comedor. De pronto, el miedo invadió cada parte de mí y no me permitió seguir más.

Y fue allí donde me di cuenta.

Había sangre.

Mis zapatos pisaban sangre.

Todo estaba bañado en sangre.

-¿Ca... Carlos?

Aunque me temblaba el cuerpo, tomé valor para dar dos pasos más.

-Ca... -su nombre se desvaneció cuando me percaté de su presencia.

Él estaba sentado desnudo, sujetando una copa de vino. Su cabeza caía tan hacia atrás que provocaban que sus labios se entreabrieran.

No te preocupes por mi - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora