XV

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Capítulo 15: Pero era grande la sensación.

Natalia se levantaba temprano. Avanzaba por el pasillo, arrastrando los pies, transida de cansancio, y golpeaba mi puerta. Sin esperar mucho a que confirmara, entraba, y se aventuraba entre las sábanas, abrazándome.

Bon día —murmuraba con la voz adormilada—. Boooooon día.

—Umm... —respondía yo, aún con los ojos cerrados, disfrutando de su fragancia—. ¿Ya se te pasó el enfado?

Negó con la cabeza, mientras repartía los típicos besos mañaneros por mi mejilla.

—Solo que en el sofá hace mucho frío —contó—. Y necesitaba de tu calor.

—Pues es una lástima.

—¿Por qué?

—Porque quiero ir a desayunar —intenté pararme, pero Natalia me abrazó con más fuerza—. Nat...

—No te vayas. Quédate, por favor.

Y al escuchar su petición, no me atreví a levantarme e ir a buscar una taza de café. Así que permanecí junto a Natalia, cálida como ella, con los mismos ojos abatidos y observadores.

Todo empezó como un juego. Durante las semanas siguientes a nuestro primer encuentro, estos se hicieron más seguidos. Natalia y yo comprendíamos que nos arriesgábamos demasiado, pero eso no impedía que tuviéramos fé en que funcionaría.

Al menos, hasta que yo decidiera hablar.

Todo se resumía en sus ojos café, entrañables, endulzados. Preguntas, risas, silencios. Me perdía a través de los oscuros lugares, atraída por una idea fija, una idea que tenía que ver con ella.

—Eres tan hermosa —Natalia se inclinó sobre mí y sentí el roce de su pecho. Apenas juntó su nariz con la mía, sin llegar a más, mirando en mis ojos el efecto de su cumplido—. ¿Cuánto tiempo vas a quedarte retenida, aquí, conmigo?

Pensé, por la pregunta que había hecho, que Natalia iba hacer lo posible para encarcelarme con ella. Aquella hermosa mujer carecía de racionalidad, y de todas formas, era estólido de mi parte pedir que la tuviera. En instantes, parecía que algo malo nos pasaría, pero a mi cosquilleaba demasiado el interior como para que me importase.

Le contesté con un movimiento de cabeza. Le proferí algo que cambiaba por completo el tema de conversación, y ella me miraba con unos ojos alargados, inquietos.

—Claro —soltó en un momento.

Pero yo no estaba segura si me escuchaba. Ella examinaba mi rostro, con certeza. Sus ojos se sumergían en los míos, conscientes de su capacidad de engatusarme.

Buongiorno, principessa! —dijo Natalia, acercándose a mi oído izquierdo—. Stanotte t'ho sognata tutta la notte, andavamo al cinema, e avevi quel tailleur rosa che ti piace tanto, non penso che a te principessa, penso sempre a te!

Había ratos en que me preguntaba si Natalia existía o no era más que una de mis disparatadas fantasías nacidas del deseo de tenerla a mi lado. Pero, no. Estaba allí, recitándome una de las frases más populares de La Vida es Bella, en italiano, al oído.

—Tienes un acento muy sexy... Aunque, todo en ti es sexy.

Natalia se ruborizó hasta las raíces del pelo, y yo me reí divertida.

—Qué tonta eres —continué molestando—. Te ruboriza un simple comentario y no tenerme debajo tuyo.

Ella hundió su cara en mi cuello, con mucha ternura, y fue como un soplido triste y dulce lo que dijo a continuación.

No te preocupes por mi - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora