XXI

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Capítulo 21: Te juro que no es lo que parece

Alba Reche observó el lienzo que llevaba delante suyo por treinta minutos. Era tan difícil concentrarse con la imagen de Natalia en su cabeza: solo quería dibujarla, delinear su silueta, expresar lo que sentía por ella.

—¿Necesitas una musa? —Alba giró por el susto que provocó la interrupción. Julia rió—. Disculpa, quería hablar contigo.

Julia avanzó como una serpiente, acercándose todo lo posible a la rubia. Alba estaba cansada de intentarlo y había de asirse a otras cosas para poder continuar, así que no se molestó el que Julia estuviera en su pequeño estudio.

—¿De qué?

Julia la examinó. Tenía un aire natural, dejado. Llevaba un jersey negro, el pelo recogido y los pies descalzos y, sin embargo, le resultaba atractiva.

—Tu hermano me ha dicho que no vendrás a la fiesta de hoy —Alba suspiró. Sabía muy bien a dónde se dirigía la conversación—. Es su cumpleaños, Alba.

—Ya lo sé, y ya lo saludé —rebatió—. Tengo otra reunión importante hoy.

—¿Después de todo, vas a hacerle eso?

Alba giró los ojos.

—Los problemas que tenga con mi hermano, son nuestros problemas. Deja de ser intermediaria porque no lo necesitamos.

Alba quería marcharse ya, ¿pero a dónde? Su reunión no empezaba hasta dentro de unas horas. Y la mañana era muy fría para ir a dar vueltas, sin ningún destino.

—Perdona, yo...

Cállate.

—¿Deseas algo más?

—No.

—Entonces, con la poca paciencia que me queda, te pido que te vayas —Alba volvió los ojos al lienzo—. Necesito pintar.

Para tener una cara angelical, aunque tuviese historial delictivo, ser amable no se le daba bien. Julia no insistió más en el tema, así que se marcho lo más silenciosa posible. Alba estaba consumida por la presión que habitaban sus recuerdos. Toda su inspiración se había volatilizado. Jugueteaba con el pincel entre sus dedos y se le hacía difícil, si quiera, empezar algo.

—¿Qué te ha hecho Julia, mujer? —Alba bufó irritada, reconociendo la voz de Maria—. Que alteradita.

—¡Solo quiero pintar en paz!

La voz de Alba no salió lo suficientemente potente como para intimidar a María, pero sí, para hacerla reír.

—¿Pintar qué? Llevas sentada allí mucho tiempo y no has hecho ni una raya —María se acercó a Alba, abrazándola por detrás y colocando su cabeza sobre la de ella—. ¿Estás nerviosa?

Alba negó en silencio, queriendo creer que María no descubriría el engaño.

—La vas a meter en un lío —reflexionó María—, por no hablar de la bronca que te va echar Joan.

—Soy lo demasiado mayor para saber lo que hago —renegó Alba—. Joan no va a estar siempre.

—Rubia, no seas una egoísta.

No te preocupes por mi - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora