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Capítulo 5: Cuando estoy con ella y vuelvo a las andadas.

Romped el puto reloj.

Tic.

Romped el puto reloj.

Tac.

Destrozadlo, por favor.

Tic.

¡Acaba con el!

Tac.

¡Ayúdame a destrozarlo!

Abrí los ojos abruptamente, con el cuerpo ardiendo, el sudor bañando mi piel y la respiración muy acelerada. Todo mi cuerpo palpitaba con fuerza.

Unos brazos me envolvieron rápidamente, entregándome un hombro donde poder llorar. En mi interior albergaba la absurda esperanza de que todo aquello que sentía, no era culpa de mi novia; que Valeria lo hizo sin querer, que lo había hecho por culpa del alcohol o que simplemente todo se trataba de una pesadilla, que quién me abrazaba, era ella.

-Todo va estar bien, Natalia -y al escuchar la voz de otra persona, se apagó toda aquella creencia, haciéndome llorar más-. Desahógate lo que quieras -asentí con los ojos cerrados, sin ninguna presión de investigar dónde me hallaba.

Mi llanto se calmó minutos después, cuando empezaba a recobrar el sentido de mi realidad. Me distancié de la persona que me consolaba, y como si hubiese descubierto un nuevo planeta, mis ojos se conectaron con los delineados ojos de Alba.

-¿Ya estás mejor? -me preguntó-. Haz dormido por cuatro largas horas.

Nos quedamos observando durante unos segundos, hasta que decidí inspeccionar dónde me encontraba, intentando recordar lo último que paso antes de quedarme completamente dormida. Era una habitación amueblada con un gusto rural, acomodado de manera precisa. Sobre la pulida mesa que se situaba en una esquina, habían revistas y periódicos cuidadosamente colocados; junto a una lámpara que iluminaba como la luna. Muy cerca de aquello, había un mueble donde reposaba una manta de lana arrugada. Y sin distanciarse mucho, una ventana estaba oculta por una cortina de terciopelo blanco y se podía oír la activa vida de la ciudad tras ella.

-Estás en casa de Mimi -aclaró Alba, llamando mi atención-. Ahora mismo está haciendo unas llamadas, volverá enseguida.

Elevé una ceja con inseguridad, tratando de buscar ese brillo de confianza en sus ojos.

-¿Qué haces tú aquí? -pregunté, sin cortar el contacto con ella. Alba mantuvo severamente su mirada sobre la mía, sin ni siquiera pestañear-. Esta no es tu casa.

La chiquilla deslizó sus ojos hacia otro lado y intuí que los nervios se habían hecho presentes. Una bombilla se encendió como por arte de magia.

-¿Estabas de servicio? -Alba no tardó en reposar su visión nuevamente en mi, pero esta vez su expresión había pasado a ser una de pocos amigos.

-Cuanta imaginación la tuya -dijo, poniéndose de pie y dándome la espalda-. Mimi y yo hemos tenido un encuentro sexual consentido, sin dinero de por medio.

Alba giró su cuerpo y sus ojos volvieron a encontrarse con los míos. De repente, el ambiente había cogido un peso incómodo, pero sorprendentemente, no sentía las ansias de marcharme de allí.

-Gracias por recibirme esta mañana -hablé, rompiendo el silencio que había creado-. Y perdona por mi pregunta anterior, ha estado fuera de lugar.

No te preocupes por mi - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora