XXIV

2.1K 161 44
                                    

Capítulo 24: Nada permanece

Por la mañana, Natalia corrió para pillar el metro. Se sentía horrible por llegar tarde a su encuentro con Alba.

«Llego en 5 minutos. Sorry.»

Cuando salió de la estación de metro, Natalia corrió desesperada hasta el punto de encuentro, mojándose por completo. Tuvo que detenerse en un semáforo, invirtiendo el tiempo para encontrar con la mirada a Alba. Suspiró cuando su teléfono irrumpió la actividad, sacándolo de su bolsillo y llevándoselo a la oreja, sin leer quien llamaba.

—¡Natalia, hija!

La morena giró los ojos, y volvió a emprender su camino. Ella solo estaba interesada en encontrar a Alba.

—Mamá, ahora no puedo hablar.

—¿Ahora por qué?

—Está lloviendo y tengo que llegar a un lugar —explicó. Su cabeza se movía a todos lados, intentando dar con su cita—. Te llamo luego... ¿o ha pasado algo malo?

—No, no... solo quería hablar un momento contigo.

Con el alma de una chiquilla traviesa, Natalia divisó a la rubia, quien cogía firmemente el bastón de un paraguas negro. Igual que siempre, no pudo evitar sonreír. Alba se veía tan pequeña e inocente, que quería preservarla así para siempre.

—¿Natalia? ¿Hija?

Agitó levemente la cabeza y volvió a funcionar.

—Mamá, te llamo esta tarde, lo prometo —de repente, los ojos de Alba parecieron intimidarle a lo lejos, haciendo que Natalia tragara en seco. Qué disparate—. Te quiero mucho, adiós.

Colgó sin pensarlo demasiado, luego habría tiempo para arrepentirse. Ahora, sin saber como mover alguna extremidad, esperó a que Alba se acercara a ella. La cogió de sorpresa la voz enfadada de la rubia, haciéndola reaccionar confusamente.

—¿Por qué no te has traído el paraguas? ¡Te vas a resfriar! —Alba alzó su paraguas sobre Natalia, poniéndose de puntillas. Natalia rió—. ¡Dios, Natalia!

—Hola para ti también —dijo irónicamente, tratando de picarla un poco—. ¿Me permites a mi? —deslizó su mano hacia el bastón del paraguas, sujetándolo. Alba volvió a pisar el suelo con firmeza—. Creo que por tamaño, va a ser lo mejor.

Crii qui pir timiñi, vi i sir li mijir.

La morena solo supo guiñarle un ojo, provocando un giro de ojos de Alba.

Qué tontorrona.

—¿Vas a decirme a dónde vamos?

Natalia no sabía que iban a hacer, así que llevaba intrigada desde hace unos días, cuando planearon la quedada.

—Debería mandarte a casa, ¡mira lo mojada que estás! —la morena elevó una ceja. Alba se puso roja, sin saber dónde esconderse—. Te estás ganando muchas papeletas, eh.

—No voy a ir a ningún lado. He venido a pasar el día contigo —dijo con firmeza—, y vamos a cumplirlo.

Alba se mordió los labios.

No te preocupes por mi - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora