XVII

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Capítulo 17: Tengo un plan

Me acerqué a darle un piquito a Natalia. La noche estaba iluminada, y ella tenía el pelo revuelto, gran parte por mi culpa. De la chimenea venía un calor bochornoso.

—Me encantas —dijo Natalia, robándome otro piquito y quedándose a milímetros de mi—. Me encantas mucho.

—Tú también —respondí yo, tratando de dominar el temblor que me provocaban sus palabras y su cercanía. Ella rozó su nariz con la mía, cariñosamente—. Eres preciosa.

Revoltosa, y con una especie de combinación con sus prendas, estaba jodidamente preciosa. Tenía los ojitos achispados, como queriéndome decir que estaba sintiendo cualquier roce que nuestros labios se daban.

—Calla —replicó, volviendo a darme un piquito—. Te va a crecer la nariz por tal mentira.

Yo fruncí los ojos.

—Ven aquí —pidió, alargando los brazos, para que me sentara entre sus piernas. Cuando lo hice, ella unió nuestras manos y dejó caer su espalda sobre lo bajo del sofá. Un ardor bueno me subía por el pecho—. ¿Te ha gustado mi beso?

Fruncí más el ceño y asentí con la cabeza.

—Claro que sí, ¿cómo no van a gustarme?

Ella inclinó los hombros, y el movimiento se sintió triste.

—Eres la primera persona que beso después de mi relación con Valeria —con aquello entendí todo—. Ella muchas veces se rehusaba a darme besos, alegando que ni eso sabía hacer bien.

Levanté un poco la cabeza y conecté sus ojos con los míos, ella no lo sabía, pero tenía buen instinto para reconocer el peligro.

—Perdón —murmuró, arrepintiéndose de haber sacado el tema—. No mereces que te hable de ella.

Yo bajé la cabeza renegada y entristecida. Y con los ojos bajos, mirando el agarre cálido y protector que me estaba brindando Natalia, decidí compartir un pequeño secreto con ella.

—Odiaba el ruidito extraño que hacía la cama cuando estaba con él —la primera frase fue la más simple, la más dócil de salir, y yo no sabía si Natalia estaba preparada para escuchar más. Mi cuerpo tenía miedo de que huyera otra vez, pero ella había dicho que me quería querer con mis dichas y mi dolor—. Cuando lo hacíamos, me adormecía... e intentaba imaginar que estaba en una pesadilla, pero el ruido crecía, crecía, hasta que enloquecía por oírlo.

—¿De qué hablas, Alba? —sus manos apretaron más las mías.

—Álvaro y yo salimos durante muchos años —continué—. Álvaro fue lo que para ti fue Valeria.

—¿Qué? ¿Te hizo daño? —la voz de la morena ya era preocupada, hasta adolorida. Y yo, sin ser muy valiente, quise empezar a llorar.

—Yo siempre estaba bajo sus órdenes, frente a sus insultos, detrás de sus mentiras. Álvaro también me decía que era una mierda, que solo servía para ser juguete sexual y... —Natalia abandonó mis manos para rodearme muy sólidamente contra ella—. Lo siento.

No podía más.

Sentía asco,

recelo,

No te preocupes por mi - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora