XIII

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Capítulo 13: Y luché con esas bestias gigantes.

La ventana de la casa está abierta, la única luz de la calle proviene de allí, todo lo demás está bañado de oscuridad lúgubre. Miro hacia los lados, tratando de reconocer la zona, pero es casi imposible.

En mi interior sé dónde estoy, pero no logro exteriorizarlo.

Mi mano, instintivamente, se desliza hasta el bolsillo izquierdo de mis pantalones y es allí donde las yemas de mis dedos se calientan por el tacto con una llave.

Una llave de sierra.

Inspiro profundamente hasta que relajo mis nervios. No pasa ni un minuto desde ese momento cuando un grito voraz ataca mis oídos.

-¡Para, por favor!

Abro los ojos sobresaltada.

-¡Para!

Mis pies avanzan solos, me llevan a la deriva y de un momento a otro, me veo subiendo las escaleras de camino a lo incierto. Parezco un títere subiéndolas, confundida de saber porque mis pies me obligan a ir hasta allí.

-¡Yo solo hablaba con él!

Los peldaños parecían desaparecer a medida que los tocaba, convirtiendo todo negro a mis espaldas.

La oscuridad lúgubre quiere volverme a tocar.

Mis pies avanzan más rápido.

-¡No! ¡No coqueteaba con él!

Cuando mis ojos perciben la puerta, me doy cuenta de que es el piso de donde provenía la luz. Me detengo presa del pánico.

Es el número 22.

La primera bestia.

-¡No, por favor! ¡Por favor, no!

Cojo aire e intento dar media vuelta, pero todo está muy oscuro para llevar acabo esa acción. Mi cuerpo empieza a sudar y no tengo más escapatoria que la de continuar.

Avanzo los diez peldaños restantes y de inmediato siento mucho miedo. No quiero abrir la puerta, no quiero entrar allí. Pero mi mano temblorosa busca la llave en el bolsillo izquierdo y lo saca. Encajo la llave en la cerradura y espero unos segundos, súbitamente asustada.

Mi mano hace girar la llave sin mi permiso.

Y es el inicio del terror.

Empujo la puerta y el resplandor me ciega.

Hay un llanto lejano,

apenado,

perturbado.

Cuando mis ojos se aclaran, me doy cuenta de que el llanto proviene de una corta distancia: la mujer está llorando delante mío.

Está de rodillas, como si estuviera rezando a alguien y sus manos rojas y ensangrentadas, cubren su rostro.

Ella llora tan bajito que parecen suspiros.

No te preocupes por mi - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora