"El tiempo se detiene
La belleza en todo lo que es
Voy a ser valiente
No voy a dejar que nada se lleve
Lo que está parado delante de mí
Cada respiro, cada hora ha llevado a esto"-A thousand years, Christina Perri-
Con la cabeza recargada en la puerta de la camioneta, Tanya veía desde la ventana como el sol se iba alzando por detrás de aquella gigantesca montaña, iluminando las amplias calles que iban en subidas y bajadas, tan diferentes a las de Cancún que eran llanas. Fue consciente de cómo conforme se alejaban del hotel, las zonas se iban haciendo cada vez menos humildes hasta ser limpias y elegantes como las que estaba viendo en ese momento.
El cielo era ahora de un claro color azul pálido con algunas partes amarillas y naranjas, como si alguien hubiera pasado un pincel dejando trazos al azar sobre un lienzo. Hubiese sido algo digno de admirarse, la montaña y el amanecer, sino estuviese ocupada odiando al hombre que estaba sentado a su lado.
No podía creer que existieran un hombre... uno padre así... porque no podía pasar por alto que todo aquello fuera para que un chiquito consentido tuviera lo que pedía...
Un chiquito del que no sabía absolutamente nada.
- ¿Cómo se llama? - preguntó Tanya asqueada, sin sentir un sincero interés, pero ya que había pasado gran parte del recorrido escuchando instrucciones no veía porque ella no podía hacer alguna pregunta. Las casas en el exterior iban pasando de casas grandes a literalmente mansiones.
-Su nombre es Alexander- dijo el hombre, sin añadir más.
Tanya volvió lentamente la cabeza hacia donde provenía la voz, atraída por el tono que el hombre, Yegor Lébedev, había usado.
Con tanta... ternura.
Él observaba por la otra ventana y no parecía consciente de que ella lo estaba mirando. Tanya volvió la vista de nuevo a su lado.
A pesar de la retorcida situación, no podía evitar pensar en que esa era la clase de amor profundo y loco y ciego capaz de todo que ella nunca había conocido ni conocería. Ese amor que solo los padres sienten por sus hijos... tan fuerte que la estaban secuestrando, pensó irónicamente.
En ese momento la camioneta se detuvo finalmente sacándola de sus pensamientos.
Delante de ellos había una gran reja negra, en cuyos lados había altos muros color blanco. La reja se abrió automáticamente y entonces ellos entraron.
Tanya se quedó con la boca abierta.
La camioneta avanzaba por un camino de piedra blanca delimitado por decenas de árboles que terminaban en una plaza con una fuente. Todo lo que podía ver a los alrededores era una grandísima extensión de jardín que parecía no tener fin, con arbustos perfectamente podados con flores de todos los colores.
Pero lo más impresionante estaba frente a ella, la mansión más magnifica e imponente que había visto en su vida: con columnas blancas, con grandes ventanales y balcones. Parecía ser tan amplia como un centro comercial.
-Tome- le dijo el hombre con aquel extraño acento suyo, ignorando la cara de admiración en Tanya. Le dio una chamarra negra mientras la camioneta se detenía en el frente de la casa y entonces abrió la puerta y bajó de la camioneta. -Desde hoy me llamarás señor Lébedev frente a todos ¿de acuerdo? -
Tanya sintió la temperatura del exterior mientras una corriente de aire la golpeaba. Se bajó del auto mientras 'el señor Lébedev' le sostenía la puerta abierta. Cuando puso los pies en el camino de piedras lisas y blancas que llevaba hacia las escaleras de entrada, una horrible sensación empezó a recorrerla. Sintió que todo el mundo se inclinaba peligrosamente y tuvo que respirar profundamente unas cuantas veces.

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Twisted Fate
Romance"Por supuesto que te haré daño, por supuesto que me harás daño, por supuesto que nos haremos daño el uno al otro, pero esta es la condición misma de la existencia. Para llegar a ser primavera, significa aceptar el riesgo de invierno. Para llegar a s...