15. UNA VEZ EN DICIEMBRE

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"Cosas que mi corazón solía saber, cosas que anhela recordar, y una canción que alguien canta una vez en diciembre"

-Once upon a december, David Newman-


El cielo en el exterior hacía tiempo que había oscurecido por completo y Tanya llevaba exactamente una hora parada frente al espejo de cuerpo completo.

La chica que la miraba con aquel iris color miel no era ella. Aquella era Regina. No ella.

Al parecer tres semanas sin apenas comer tenían sus consecuencias, era muy evidente que había perdido peso que no necesitaba perder. Aunque en realidad era bueno, pensó Tanya recordando la fotografía que había visto de Regina. Le había parecido que su hermana estaba al borde de la anorexia.

Tanya se pasó el peine por enésima vez en su, ahora húmedo por el baño, completamente castaño cabello.

Esa no soy yo, esa es Regina.

Llevaba puesto un vestido, sí ella: Tanya Duarte llevaba un vestido. Sencillo y color verde oscuro. Daniel hubiera pagado por verla así. Era lo primero que había agarrado en aquel mórbidamente grande "closet", que muy probablemente fuera del tamaño de su cuarto en Cancún.

No soy yo, es Regina.

La chica en el espejo la miraba con ojos torturados. Tanya sonrió internamente mientras la observaba, su hermana Regina era una chica muy bonita.

Diablos, se estaba volviendo loca, aquella chica era ella... pero no, no lo era. Se suponía que ella y Regina eran gemelas idénticas, y sin embargo, no podía encontrarse a sí misma en aquella chica en el espejo. Nada de lo que veía ahí era ella.

-Regina- dijo Tanya involuntariamente, casi esperando que la chica del espejo le contestara.

-Yo me llamo Regina... yo soy Regina-

Tanya soltó un suspiro de frustración y caminó hacia la enorme cama apoyándose en uno de los postes. Todo el cuarto estaba decorado en tonos blancos y dorados, y nada podía ser más opuesto a su estado de ánimo que eso.

Dios, qué rayos iba a hacer. Ahí se encontraba en medio de la madrugada luchando consigo misma, estaba entre la necesidad de proteger a Daniel sin importar nada y el odio que sentía hacía aquel hombre: Yegor Lébedev. Mientras fuera Tanya Duarte, nunca dejaría que nadie la mangoneara y dominara de aquella manera.

Sin embargo, ahí estaba el punto... ya no era Tanya Duarte. Había prometido que ella ya no existiría, que moriría para dar a lugar a Regina Wright y amar y hacer feliz a Alexander Lébedev por los siglos de los siglos. Amén.

Irónico que en realidad todo era porque amaba a otra persona. Y cuando se amaba a una persona de la manera en que Tanya amaba a Daniel, podrías renunciar a todo: tu libertad, tu identidad, tu felicidad, tu vida...

Por él, Tanya era capaz de cualquier cosa.

Así que con esos pensamientos en mente se paró de la cama y caminó decididamente hacia la puerta de la habitación. Asomó la cabeza fuera y se encontró con un pasillo alfombrado y desierto, tenuemente iluminado con luces amarillas. Cerró la puerta tras ella, por primera vez poniendo pie fuera de esa habitación.

No recordaba mucho de la casa cuando la habían llevado hacía ahí, solo sabía que era que estaba en la parte de arriba. Al parecer era un poco más tarde de lo que había pensado, no había signos de vida por ningún lado. Con un poco de suerte y él estaría dormido.

Pero al mal tiempo darle prisa.

Tanya caminó hacia su izquierda, para detenerse dos puertas después... Vaya... Respiró profundo y abrió la puerta tratando de no hacer mucho ruido. La habitación estaba prácticamente a oscuras, pero la luz del pasillo era suficiente para que Tanya viera que no había nadie dentro...

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