11. THE LIGHT BEHIND YOUR EYES

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"Si pudiera estar contigo esta noche, te cantaría hasta que te durmieras. Nunca dejes que tomen la luz detrás de tus ojos."

-The light behind your eyes, My Chemical Romance"


2 semanas después...

Todo era oscuridad y frio. Frio y oscuridad. Nunca había conocido otra cosa. Nunca había conocido nada.

Era una cama extraña, en un cuarto extraño, en un mundo extraño... Ella era una extraña.

No había luz o calor, porque nunca lo había habido en realidad, porque no había existido jamás...

Hacía frio... tanto frio...

Tanya despertó repentinamente y de nuevo en una habitación desconocida. Ya se estaba volviendo un hábito.

Se sentó despacio en la enorme cama con dosel. Hacía un frio sobrecogedor, aun así, no se cubrió, con un poco de suerte moriría de hipotermia. Escuchaba el sonido de la lluvia en el exterior y en el interior todo estaba sumido en la oscuridad. No podía ver nada.

Todo estaba oscuro...

Lo que sea que hagas, no tengas miedo a la oscuridad.

...y entonces algo se rompió dentro de ella.

No sabría decir si fue recordar la voz de Daniel o si fue el peso de la situación cayendo sobre ella, si era por la lluvia o por la oscuridad tan profunda que había en ese cuarto, tal vez el frio que le calaba hasta a los huesos o tal vez la desesperación de haber pasado ya dos semanas en ese cuarto desconocido.

Pero esa noche Tanya se soltó a llorar por primera vez en años... Simplemente no lo pudo soportar más, y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas mientras todo su cuerpo se sacudía con los sollozos. Lentamente se abrazó las piernas con los brazos y enterró la cara en sus rodillas, porque sentía que solo así se podría mantener entera y no romperse en pedazos.

La lluvia caía en el exterior y ella estaba tan sola...

-Daniel...- se escuchó susurrar. –Daniel...-

Una y otra, y otra vez hasta que se le fue la voz.

Sin embargo, las lágrimas ya no paraban, no una vez que hubieran comenzado a salir... Y todas las veces que eso había pasado, Daniel había estado a su lado de alguna manera. Pero esa noche él estaba lejos en todos los sentidos...

Los sollozos de Tanya se volvieron más fuertes, igual que la lluvia en el exterior...

Estaba tan sola...

Un suave golpe en la puerta le hizo levantar la cabeza, mientras dejaba de llorar.

Llevaba dos semanas en esa casa, y de todos esos días, ninguno de ellos había entrado a su cuarto... nadie importante al menos. A veces entraban a dejar comida que Tanya prácticamente no tocaba, pero fuera de eso nadie se había aparecido, lo cual le sorprendía un poco en realidad.

La puerta se abrió ligeramente dejando entrar la suave luz del exterior y una cabeza con oscuros cabellos se asomó. Y así como si nada, él estaba dentro del cuarto. Alexander. Y para su disgusto, seguía igual de bello. No había sido su imaginación.

Tanya seguía usando aquel vestido rosa del primer día, no se había parado de la cama a excepción de las veces que iba al baño, pero nunca para bañarse. No quería saber cómo lucía en esos momentos, aunque no es como si realmente le importara una mierda.

El cuarto estaba prácticamente a oscuras, pero aun así podía ver la silueta del chico que parecía estar decidiendo si debía avanzar o no. Tanya se dio cuenta que sostenía algo en las manos, un libro. Finalmente, este pareció decidirse y cerró suavemente la puerta detrás de él antes de dar cautelosos pasos hacia la cama...

Los grandes ojos del chico se hicieron más grandes en el momento en que le vieron la cara.

En rápidas zancadas, y ante la sorpresa de Tanya, se arrodilló a un costado de la cama.

-Por favor, no llores. Por favor- le dijo el chico mientras estiraba indecisamente una mano y le limpiaba las mejillas con infinita delicadeza.

Tanya no pudo hacer otra cosa que quedarse observándolo con la boca abierta mientras él le tocaba la cara. La voz del chico, Alexander recordó, sonaba como si estuviera sufriendo un gran dolor y sus ojos estaban extrañamente brillosos.

Después de ese minuto de sorpresa que pareció durar una eternidad, Tanya volteó la cabeza lejos de él, un poco bruscamente, y empezó a limpiarse la cara con sus propias manos.

Alexander bajo la mirada mientras se ponía de pie frente a ella, pero no antes de que Tanya pudiera ver el dolor en sus ojos cuando se alejó de él.

Hubo un gran silencio.

-Yo... solo... pensaba que... me gustaría leerte algo- dijo finalmente el chico con aquella voz suave, mientras alzaba el libro que tenía en la mano para que Tanya lo viera.

Probablemente de todo lo que podría haber dicho, eso era lo último que Tanya hubiera esperado escuchar. Solo quería que aquel chico se fuera, para seguir llorando y durmiendo hasta que su cuerpo no soportara más. Sin embargo, no tenía fuerzas para nada en ese momento, ni siquiera para eso. Así que, si tenía que soportar a un tipo leyéndole mierdas, eso haría.

Alexander al darse cuenta de que no iba a recibir ninguna respuesta de ella, camino al otro extremo de la habitación donde entraba la luz del exterior por la ventana, y se sentó en un mueble.

Tanya se recostó lentamente en la cama, con la cara mirando hacia el techo de la cama con dosel. No quería cerrar los ojos, aunque estaba verdaderamente cansada, más cansada de lo que recordaba haber estado nunca. Pero era algo que iba más allá de lo físico. Daniel.

El sonido de un libro siendo abierto y de sus páginas moviéndose se escuchó en el cuarto. Tanya respiró profundamente tratando de contener las lágrimas, pero no se atrevía a cerrar los ojos... cada vez que lo hacía lo veía a él, a Daniel.

Apretó con fuerza ambos puños.

Nunca se había sentido tan sola, tan pequeña. Ni siquiera cuando realmente lo era, porque casi desde siempre había estado él. Nunca se había dado cuenta de cuánto dependía de él. Toda su vida se había considerado fuerte e independiente, pero ahora se daba cuenta que ese siempre había sido el papel de Daniel...

Entonces aquel chico empezó a leer.

Oh.

Tanya volteó la cabeza hacía donde provenía la voz.

La luz de la luna entraba iluminando su perfil y fuera la lluvia caía suavemente detrás de él mientras el otro lado de su cara estaba oculto entre las sombras.

Pero su voz. Era tan suave, tan dulce, tan triste...

Ni siquiera sabía que era lo estaba diciendo.... pero se sentía bien escucharlo...

Una lagrima solitaria resbalo por la mejilla de Tanya sin que se diera cuenta.

Probablemente Daniel tenía razón cuando decía que se entretenía con cualquier tontería, pensó mientras se acurrucaba entre las sabanas. Pero por lo menos ya no sentía nada. Se sentía extrañamente entumida y cansada, como si estuviera flotando. Mientras la voz no parara...

Tanya se durmió profundamente por primera vez desde que había llegado a esa casa.

Y nunca se dio cuenta de las lágrimas que recorrían la cara de Alexander en silencio.

.......

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