QUINCE

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—¡Oh, Dios mío! ¿Has visto eso? ¿Has visto lo que acaba de hacer, esa cosa con el disco? ¿Qué ha sido eso?—

Antes de responder a la pregunta de Jisoo, Jinyoung esperó a que se apaciguara el salvaje rugido de la multitud congregada.

Era sábado por la noche y los Blades jugaban en casa contra su rival número uno, el New Jersey.

Bang Chan, dorsal número cincuenta y cinco, acababa de marcar el primer gol a los diez minutos de partido.

Las entradas se habían agotado y el público se mostraba entusiasmado, una afición famosa tanto por su fidelidad al equipo como por su griterío tanto de alegría como de insatisfacción.

Jinyoung echó un vistazo al mar de caras electrificadas que llenaba el sobrecalentado pabellón y se sintió contagiado por la energía de la multitud, un escalofrío de emoción recorriéndole el cuerpo.

Tal vez fuera porque empezaba a entender lo que sucedía allá abajo, en la pista de hielo, o tal vez tuviera que ver con que conocía personalmente a los jugadores, pero la verdad era que el hockey empezaba a gustarle y empezaba también a valorar las excepcionales habilidades y talentos necesarios que acompañaban el juego profesional.

No era algo que fuera a comentar con nadie, excepto quizá con Toro, su hermano y su padre.

Se imaginó explicándoselo a Yugyeom... mejor olvídate de él. Yugyeom le preguntaría con sarcasmo si había sufrido un golpe de stick en la cabeza, o si se había sometido a una lobotomía sin decírselo.

Una cosa era trabajar como relaciones públicas de un equipo de hockey, y otra muy distinta hacerse aficionado al deporte.

—Lo que acabas de ver hacer es lo que se conoce como «finta» — le explicó
—Es cuando el jugador que lleva el disco realiza un movimiento engañoso para esquivar al oponente, o cuando engaña al portero para obligarlo a abandonar su posición.

—Por eso ha enviado el disco hacia un lado y luego ha cambiado rápidamente hacia la otra dirección — observó excitada Jisoo .
—Correcto.

Ella se volvió hacia Jinyoung.
—¿Cómo has aprendido todo esto?
Jin se encogió de hombros.
—Simplemente viéndolos jugar.
Jisoo movió afirmativamente la cabeza con solemnidad, impresionada, y volvió a concentrar su atención en la acción que se desarrollaba en la pista.

Jinyoung estaba a punto de contarle la verdad, que se había comprado un ejemplar de Hockey para tontos que estaba estudiando con fervor religioso, pero decidió guardárselo.

Era mucho más divertido que su amiga lo tuviese por un genio de los deportes capaz de utilizar la jerga del hockey sin ningún problema.

Jinyoung miraba también la pista de hielo, sus ojos buscando, como siempre, el traje con el dorsal número veintinueve.

Jaebum estaba en el centro de la pista en posición de comienzo del encuentro, a la espera del lanzamiento del disco.

Vio cómo se movían sus labios y dedujo que seguramente estaba intentando provocar al contrario para desconcentrarlo en su juego.

Jinyoung sabía, por sus paseos por el vestuario, que solía cruzar más de una palabra con el oponente cuando era necesario y no quería ni pensar en lo que probablemente debía estar insinuándole al otro sobre su madre o su hermana.

Jaebum ganó el saque y todos los cuerpos empezaron a deslizarse por el hielo, una danza frenética y brutal de poder y velocidad que resultaba estimulante.

Jin se dio cuenta en aquel momento, abucheando al árbitro cuando pitaba algo mal y lanzando gritos de alborozo cuando uno de los jugadores del Jersey recibía un golpe bueno y limpio, que finalmente pensaba en el equipo como «los chicos», igual que Wang.

Porque eso es lo que eran: chicos, con sus personalidades, con sus preferencias y sus aversiones, como cualquiera.

A esas alturas, sabía ya bastante bien con quién podía contar en cualquier momento para las actividades de relaciones públicas, y quién se negaba a hacer cualquier cosa por ayudarlo; quién prefería realizar actividades directamente con niños, y a quién le iba más arreglarse y codearse con los grandes de la sociedad.

Era un buen grupo, trabajadores y generosos, pese al comportamiento desordenado durante los fines de semana que muchos de ellos seguían teniendo. Pero en aquel sentido, el tiempo corría de su lado.

Si conseguía permanecer allí, no tenía la menor duda de que con su mano de hierro acabaría logrando que la mayoría se implicase en un par de actividades para mejorar su imagen.

Exceptuando a su santificado capitán, por supuesto.

No lo conseguía. No conseguía entrarle. Sabía que tenía un espíritu generoso, porque lo había comprobado personalmente, tanto con su hermana como con los jugadores.

Sabía que era una persona atenta, si es que el casi «estrangulamiento» de Bang a bordo del tren hacia Jinhae-gu la semana pasada podía servir como ejemplo.

¿Por qué seguía resistiéndose de aquella manera a la publicidad, especialmente a la del tipo que el pretendía llevar a cabo, si todo era simplemente por una buena causa?

¿Y por qué últimamente lo evitaba como si fuese la peste? Bueno, la verdad era que siempre lo había esquivado, sobre todo cuando lo veía acercarse con una libreta.

Pero desde el incidente del tren, se mostraba incluso menos comunicativo de lo habitual, y cuando se dignaba a hablar con el, lo hacía con monosílabos y de forma lacónica, con lo que algunos interpretarían como mala educación.

¿Qué sucedía?

La pregunta seguía dándole vueltas en la cabeza mientras el y Jisoo veían a los Blades vencer a los Jersey por cinco a dos.

Finalizado el encuentro, Jisoo apuró su cerveza y, después de aplastar el vaso de plástico vacío contra el suelo, se giró hacia Jin, impaciente.
—Quiero conocerlos.
—¿A quiénes?
—¿A quiénes? —repitió Jisoo, exasperada

—.¡Ya sabes a quién! A los Blades. Llévame al vestuario.
—Oh, no. De ninguna manera. —Jinyoung intentó imaginarse a Jisoo sumergiéndose en aquel mar de carne sudorosa y musculosa y supo por instinto que acabaría en desastre.

Además, no estaba de humor para ver al equipo entero convertido en un montón de babosos sólo de ver a su atractiva amiga—.Olvídalo.
—Vamos —le suplicó ella.
—No.
—¿Y no podemos quedar con ellos en un bar o algo así? Sé que algunos salen a tomar un par de copas después de jugar en su estadio, y sé que tú sabes dónde van. Vamos, Jinnnnnn. —
Unió las manos como si estuviera rezando, su expresión equiparable a la mirada inocente de una niña del coro—.Por favor...

Jinyoung se puso a pensar. Para ser sincero, lo último que queria era meterse en un bar lleno de humo y ver cómo Jisoo buscaba al amor de su vida entre los jugadores.

Precisamente lo que necesitaba, su compañera de piso saliendo con uno de los Blades.

Además, aquella semana había salido ya tres noches, había tenido que asistir a diversos actos para recaudar fondos, y estaba agotado; lo único que quería era ir a casa, darse una ducha y meterse en la cama a leer un buen libro.

¿Era mucho pedir? Al parecer sí, si es que la expresión de Jisoo , que empezaba a metamorfosearse en una mirada de «Me debes una», servía como indicación.
—De acuerdo —accedió Jin , mientras ella se ponía a dar palmas de placer.

—Pero con una condición.
—¿Cuál?
—A, comportarte, y B, nos quedaremos hasta las dos como máximo.
—De acuerdo. Y ya que tú pones dos condiciones, yo también pondré una.
—¿Cuál? —preguntó Jinyoung.
—Que cuando lleguemos allí me digas cuál de todos ellos está más bueno desnudo.

Jin rodó los ojos.
—No lo sé. Los veo todos iguales.—

Lo cual era mentira. Sabía perfectamente bien quién era el mejor, pero de ninguna manera pensaba contárselo a Jisoo.

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