«Si es verdad que oír voces es un síntoma de locura, entonces estoy loco».
Era el lunes después de su fin de semana en la pista de baile y un Jinyoung interior no hacía más que maldecirse una y otra vez.
«¡Un fallo! ¡Un fallo terrible! ¿Cómo demonios se te ocurrió decirle al capitán Perfecto que no habías seguido tus instintos emprendedores? ¡Ahora sabe que eres un perdedor! ¡Ahora piensa que eres un cobarde! ¿Sabes que hay hombres que se acuestan con hombres que les dan lástima y luego dicen que fue un "polvo caritativo"?
Pues muy bien, ¡tu baile con Im Jaebum fue un Baile Caritativo! Te sacó a bailar porque le dabas lástima.
¿Y quién puede culparlo por ello? Eres patético. Como si un hombre como él pudiese sentir alguna cosa por ti.
Dios, eres un idiota, ¿lo sabías? Un idiota».
La voz imaginaria de Jisoo se sumó a la voz interior de Jinyoung e iniciaron un dúo de ataque y contraataque.
«Entre tú y Im hay química. ¿No lo ves? ¿Cuándo piensas DESHACERTE de ese GASTO social llamado Yugyeom?».
« ¿Química? ¡Mira quién habla! Tú eres la pareja perfecta de Kim Hyungwon pero ni lo viste porque estabas demasiado ocupada lanzándole miradas a Chan, como una imitadora absurda de Marilyn Monroe!¿Química? Eso es una expresión estúpida de serial televisivo. ¿Cuántas notas de prensa insulsas lanzamos hablando sobre la "increíble" o "innegable" química existente entre dos actores que se odiaban fuera del acto?
¡Química! ¡Que es eso!
Apareció entonces una tercera voz, un auténtico trío en su cabeza. Una voz profunda, con cuerpo, confiada.
La voz de Im Jaebum.
«Si no inicias tu propio negocio, acabarás odiándote».« ¿Sí? Si ya me odio por eso».
Pero la voz que sonaba más suave en su cabeza no era la del Jinyoung interior, ni la de la imaginaria Jisoo, ni la del imaginario Jaebum.
Era una voz real, con un perfecto acento chino, y pertenecía a Wang. De aquí a dos noches se celebraba uno de los actos de recaudación de fondos más importantes de la ciudad, una cena de etiqueta para recaudar dinero para la United Way.
Jinyoung había conseguido convencer al antiguo capitán de los Blades, Choi Siwon, uno de los jugadores más queridos de toda la historia del hockey, para que asistiera al acto, una verdadera hazaña.
Pero hacía menos de una hora que Toro lo había convocado a su despacho para decirle que Choi no podría asistir a la cena porque su hermano acababa de fallecer en Inglaterra.
Necesitaban un sustituto... rápidamente. Alguien equiparable a Choi, para que los que habían pagado un dineral para codearse con una leyenda del hockey con la excusa de apoyar a una buena causa, no se sintieran defraudados.
—Consigue a Im— le había ordenado Toro, rematando un bocadillo de queso y huevo—.Haz todo lo que tengas que hacer. Suplicar, llorar, vender a tu alma al diablo, no me importa. Pero consíguelo.
—Lo intentaré —le prometió Jinyoung.
—Consíguelo — repitió él —. No Hoy. Ahora. Y ahora, cuando salgas, tráeme una servilleta.Así que ahí estaba, a menos de una hora del comienzo del partido, dispuesto a intentar, una vez más, convencer al hombre menos colaborador del mundo de que hiciera algo que claramente odiaba.
El momento no podía ser peor: el equipo solía estar disponible para la prensa o para algún encuentro informal en torno a las cuatro y media de la tarde, mientras preparaban los sticks y los patines, pero después de eso, el vestuario se cerraba y en él sólo entraban los jugadores, los preparadores y los entrenadores.
Y ahora, él.
Tal vez, pensó, mientras corría por los laberínticos pasillos situados bajo la pista, lo encontraría un poco más relajado.
El sábado por la noche la relación había empezado a repuntar, ¿o no? A lo mejor le daba lástima y accedía a ayudarlo, aunque sólo fuera por esa vez.
La puerta del vestuario estaba cerrada.
Intentó abrirla discretamente. Cerrada con llave. Mierda. Tragó saliva y llamó a la puerta, dos veces. Un segundo después, la puerta se abría unos centímetros.
Jaebum asomó la cara por la abertura. Se le había puesto ya «cara de partido». No pareció alegrarse mucho de verlo.
—¿Qué pasa? —gruñó.
—Tengo que hablar contigo. Es importante.
—Ahora no es un buen momento.
La puerta se cerró de golpe de un portazo.Jinyoung se quedó allí, con la conocida sensación de náusea subiéndole por la garganta. Respiró hondo y volvió a llamar.
Aquella vez, la puerta se abrió del todo. Jinyoung vio a todos los jugadores reunidos en círculo detrás de la figura de Jaebum.
Jaebum los tenía a todos absortos un minuto antes. Y ahora estaban absortos mirándolo.
—¿Cuándo es un buen momento? —preguntó Jin.
—Si tiene que ver con las relaciones públicas, la respuesta es nunca.Hizo un ademán para volver a cerrar la puerta pero Jin se interpuso entre el marco y la puerta.
—No pienso ir a ninguna parte.
Jaebum rió tristemente entre dientes.
—Por supuesto que sí. —Delicadamente, pero con firmeza, como si fuera ligero como una pluma, lo levantó y lo depositó de nuevo en el pasillo.—Pienso esperar aquí —le informó Jinyoung. —Como ya he dicho, es importante.
—Como quieras.
La puerta se cerró una vez más, con un golpe que hizo que se tambalease.Solo en el pasillo, Jinyoung se apoyó en la fría pared de hormigón. ¿Por qué habría insistido Toro en que hablara con él ahora, en el momento en que el equipo pretendía concentrarse para el encuentro que se avecinaba?
Era como enviar expresamente a un lindo corderito a la guarida del malvado lobo.
Pasaron diez minutos. Quince. Media hora.
Jinyoung sabía que la charla de preparación estaba prolongándose más de lo habitual para torturarlo. Lo sabía. Y justo cuando estaba a punto de agarrar el celular para llamar al despacho de Toro e informarle de que podía despedirlo cuando quiera, se abrió la puerta y Jaebum salió del vestuario.

ESTÁS LEYENDO
blAdEs
FanficPark Jinyoung es un publicista con la misión de cambiar la imagen de los chicos malos del Hockey: Los Sicheon Blades, campeones de la Stanley Cup. Im Jaebum es un capitán con una misión. Su equipo debe volver a ganar la copa, cueste lo que cueste. °...