VEINTE

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—¿Y bien? —
Estaba aún a medio vestir para el partido, con pantalón corto, calcetines altos gruesos y las camisetas gris de manga larga que el equipo utilizaba para sus encuentros.

Llevaba vendadas las muñecas y los tobillos. Su mirada, dura.

—Mira, odio tener que molestarte, pero...
—Es importante —se burló él—.¿Qué pasa?
—El miércoles por la noche se celebra una de las cenas de etiqueta más importantes de la ciudad.
Choi Siwon se había comprometido a asistir, pero ha fallecido su hermano y no podrá venir.

—¿Y?
—Que necesito que lo sustituyas. —
Jinyoung siguió hablando enseguida, sin darle a él tiempo a protestar—.Por favor. Si me haces este favor, juro por Dios que nunca volveré a pedirte nada más.

Jaebum pestañeó.
—Pídeselo a JongIn.
— JongIn no es igual que tú —
replicó Jin, echando un rápido vistazo al vestuario vacío para asegurarse de que nadie lo escuche.
—.No es uno de los mayores líderes de la historia del deporte. Con JongIn, la gente no tendrá la sensación de que ha valido la pena gastarse tanto dinero.

—¿Gastarse tanto dinero? — repitió Jaebum, su atractivo rostro desfigurándose con una mueca de desdén—.¿Pero qué somos? ¿Artistas de circo que estamos ahí para entretener a los donantes ricos?

—Ya sabes que no quería decir esto.
—¿Entonces qué querías decir? —le respondió Jaebum, claramente negándose a ayudarlo a salir del embrollo.

—Jaebum, este acto sirve para recaudar mucho dinero que va a parar a causas que valen la pena. La United Way es una organización que agrupa asociaciones como Alimentos para Todos y Voluntarios contra el Analfabetismo. Cuanta más gente importante asiste a estos actos, más gente se apunta a ellos y más dinero se recauda. Cuando se difundió la noticia de que Choi Siwon asistiría, se vendieron enseguida muchas entradas. Y si la organización de los Blades no consigue sustituirlo por alguien equiparable, quedará terriblemente mal. Podría dañar nuestra reputación.

—Te refieres a la reputación de FBR —dijo con sarcasmo Jaebum.

Jinyoung se calló.
—No es mi problema.
—Dios, ayúdame —
murmuró Jin para sus adentros, casi a punto de estallar.
—.Te lo suplico, ¿de acuerdo? Ayúdame, por favor, sólo esta vez. «Por favor».

—No. —Su mirada seguía impenetrable. Se pasó la mano entre su cabello, frustrado.
—.Ya sabes lo que pienso respecto a todo esto, Jinyoung. Déjalo pasar.

—Oh, eso está bien — le soltó Jinyoung.
—.¡El hombre que me dijo que la persistencia es la clave para lograr cosas en la vida va y me dice ahora que lo deje pasar! ¡Deberías estar feliz de que te acose hasta no poder más, Jaebum!
Te demuestra que me tomé muy en serio lo que me dijiste.

—Esto es distinto.
—¡Una mierda que es distinto! —explotó Jinyoung.

Observó un suave destello de sorpresa en la cara de Jaebum y rió.
—.¿Qué pasa? ¿Es que nunca habías oído a nadie hablar así? Lo dudo.
—Di lo que quieras, piensa lo que quieras y suplica todo lo que tú quieras —
fue la respuesta fría e inequívoca de Jaebum —.Pero no pienso sustituir a Choi.

—De modo que ésa es tu última palabra.
—Es mi última palabra.
—Nada de relaciones públicas, nunca, sin excepciones.
—Nada de relaciones públicas, nunca, sin excepciones —repitió él, girándose dispuesto a irse.

—¿Sabes? Eres un hijo de puta hipócrita y sin corazón —
le dijo entre dientes, al verlo marchar.

Jaebum se detuvo en seco. Jinyoung vio que respiraba hondo, de forma calculada, antes de volverse de pronto para encararlo.

Y cuando lo hizo, en su mirada había nubarrones de tormenta, oscuros y peligrosos.

—¿Qué me dijiste?
—Dije que eres un hijo de puta hipócrita y sin corazón — repitió Jinyoung, calentando el tema.

Él le había devuelto la pelota y, le guste o no, pensaba ir a por ella.
—.Olvídate de FBR por un momento, muy bien, y hablemos del equipo.
Tú hablas de lo importante que es «compensar» a los chicos que tan duro trabajan para ti.
Los tratas estupendamente, te aseguras de que todos estén felices, te aseguras de que los pobres novatos asustadizos se adapten para que los Blades sean una gran familia unida, feliz y victoriosa. Pero ¿sabes qué, Jaebum? Los chicos del equipo tienen una vida cómoda y estupenda.
Ninguno de ellos recibe un salario que baje de las seis cifras.

Jin respiro y siguió hablando.
—¿Se te ha pasado alguna vez por la cabeza que estaría muy bien compensar de algún modo a la comunidad que hace posible todo esto? ¡Si no fuera por los aficionados que pagan por verlos jugar, todos ustedes estarían sin trabajo! ¿Qué te parecería compensar al pobre chico apenas sabe leer y que acude a aprender a los Voluntarios contra el Analfabetismo, y que gasta cada céntimo que le sobra del sueldo miserable que recibe en comprar entradas para ver a los Blades? ¿Piensas alguna vez en él? ¿O en los aficionados al hockey que están hospitalizados y que sólo pueden ver los partidos por televisión? ¿Tienes idea de la diferencia que podría significar para ellos una visita, una hora de tu vida apestosa y asquerosa?
Tu fama es un recurso especial. ¿Por qué no utilizarlo? ¿Cómo es posible que no te importe nada de lo que sucede fuera de este vestuario?

Dio un paso atrás, asombrado y casi sin aliento después de su explosión.

Mientras, Jaebum había permanecido con las manos en la cintura, la mirada clavada en el suelo.

Respiraba fuerte, oleadas de resentimiento zigzagueando en su interior, una tras otra.

Jinyoung se dio cuenta de que estaba furioso en cuanto levantó la cabeza y vio una vena de su sien izquierda latiendo con fuerza.
—No tienes ni idea de lo que dices. No sólo eso, sino que tus malditos negocios no tienen nada que opinar sobre lo que yo decida hacer o no, y mucho menos de criticarlo.
Yo me juego la vida en la pista de hielo cada noche, por mi afición. Si ésta no es manera suficiente de «compensarlos», o de compensarte a ti, entonces es que todo está mal. ¿Entendido?

—Oh, sí, entendido, claro —respondió Jinyoung con amargura.

Se enderezó y se abrocho el saco del traje.
—.Gracias por tu tiempo, capitán Im. Ha sido muy esclarecedor, como dicen.

Giró sobre sus zapatos y se alejó de allí con la cabeza bien alta.

Ahora venía la parte en la que se suponía que Jaebum debía correr tras el, agarrarlo del brazo y decirle: «Espera un momento, no hablaba en serio, te ayudaré, Jinyoung».

Pero no fue así.

En cambio, lo único que Jinyoung escuchó fue el sonido de sus propios pasos resonando por el pasillo y el portazo que cerraba la puerta del vestuario.

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