VEINTITRÉS

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—Por Dios, Im . ¿Es que no has desayunado cereales esta mañana?—

Jaebum se sacó el casco y patinó hacia la banca, el comentario del entrenador Tuan resonaba en sus oídos.

Pese a no ser más que un entrenamiento, estaba fuera de juego: las piernas no querían saltar y sus reflejos eran un milisegundo más lentos de lo normal.

La defensa lo paraba cada vez que se acercaba a la portería.

Le robaban el disco tanto por la banda derecha como por la izquierda.

Lo superaban una y otra vez en los marcadores.

Todo el mundo se había dado cuenta, pero nadie había dicho un palabra... nadie, excepto el entrenador , cuyo trabajo consistía precisamente en hablar, hablar mucho, y no siempre mencionar cosas buenas.

Jaebum pensó que debería estarle agradecido al entrenador por su diplomacia.

Podía haber sido peor; podía haberle dicho a Jaebum que mejor se fuera a la mierda y que estaba lanzando como un viejo decrépito improductivo, que era precisamente como se sentía en aquel momento.

La pasada noche.

Ése era el problema que estaba fastidiándole cualquier esfuerzo de concentración.

Había intentado hacer una buena obra y todo se había vuelto en su contra.

Cuando en el último minuto decidió hacerle el favor a Jaebum, se limitó a suponer que debía comportarse tal y como se esperaba que se comportase.

Todo el mundo esperaba que los deportistas de alto nivel aparecieran con una modelo del brazo y sonrieran ante las cámaras.

¿No era eso? Todo formaba parte del juego, parte de la fantasía.

De modo que llamó a la modelo «Jennie P », que la noche anterior, cenando en un restaurante, le había facilitado su número de teléfono, y le preguntó si quería acompañarlo a una cena de etiqueta.

Y ella, una persona que vivía y respiraba para estar siempre en el ojo público, aprovechó la oportunidad.

Estupendo. Muy bien. Quedaron.

Había colgado el teléfono satisfecho con el punto de apoyo que se había buscado.

A nadie le amarga un dulce.

Excepto a Jinyoung.
¿Pero cómo podía adivinar que era su hermana?

Y en realidad, no era ni siquiera eso lo que le preocupaba.

Era su falta de previsión.

De haberlo pensado bien, se habría presentado solo.

Y con ello le habría demostrado a Jinyoung, después de que el hubiera dejado de tirarle encima mil pestes, que cuando la presión empujaba de verdad, era algo más que un autómata lanzador de discos obsesionado con la victoria; era alguien capaz de hacer un favor a un amigo.

Pero lo que había hecho era hacer el favor a su manera, y con ello... Dios, no quería ni pensarlo.

Aquel chico se había enfadado de verdad, y él era la causa de su enfado. Sabía por qué estaba enfadado, lo que a su vez lo enfadaba a él.

Se sentía culpable de que el se hubiese enojado, y ahora tendría que actuar aún más rápido para reparar sus faltas, porque si algo no podía permitirse, era que Jinyoung estuviese enojado con él.

Y todo porque se había presentado al acto en compañía de Jennie.

Jennie. Vaya ingenua. El espacio que quedaba en su cerebro estaba tan vacío, que incluso podía oírse el viento soplando por allí.

No entendía nada: ¿Cómo era posible que Jinyoung fuera tan listo y la otra tan vanidosa y tonta?

Sí, era evidente que con sólo mirarla era obligatorio pensar en ella de cintura para abajo, no iba a engañarse en este sentido, pero sólo hablaba de sí misma y, a decir verdad, era soporífera.

Le había dado un besito en la mejilla al finalizar la velada y ella se había agarrado a él y casi le aspira la cara entera.

A lo mejor era un anticuado o un retrógrado o un sexista, pero prefería ser él quien diera el primer paso, en el caso de que se hubiera dado, lo cual, no era su intención.

Había planeado explicarle todo aquello a Jinyoung durante el entrenamiento de la mañana, pero había habido un pequeño problema: no estaba.

Normalmente, cuando él abandonaba la pista, Jinyoung siempre estaba allí, sentado con Toro y los periodistas deportivos, charlando.

Pero hoy Wang estaba solo engañando a los periodistas.

Jaebum esperó a que acabara el entrenamiento para echársele encima a Jackson de camino hacia el vestuario.

—Hola.
Toro se volvió, sorprendido.
—Fue un placer verte por allí anoche, Im. Ahora que has visto la luz, a lo mejor tenemos suerte y conseguimos involucrarte en algo más.

Jaebum ignoró el exasperante comentario sobre lo de «ver la luz» un claro eufemismo de haber hecho las cosas al estilo de FBR y se encogió de hombros, restando importancia al asunto.

—Sí, tal vez. ¿Dónde tienes hoy a tu secuaz? —preguntó, casualmente.
—¿Jinyoung? No sé qué ha pasado con su familia, no estoy seguro. Por eso se largó anoche corriendo. —

Extendió el brazo para pasarlo por encima del hombro de Jaebum, en plan fraternal, y bajó la voz, como si fuera a contarle un secreto

—.Oye, ¿no estarás lesionado ni nada de eso?
—No. ¿Por qué?
—Porque hoy en el entrenamiento has estado fatal y los periodistas han empezado a preguntarme si estabas lesionado y cosas por el estilo—

—¿Qué les has dicho?
—Les dije que un entrenamiento no tiene nada que ver con un partido y que todo el mundo tiene derecho a tomarse un día libre de vez en cuando, incluso tú. ¿He hecho bien?

Jaebum le dio unas palmaditas en la espalda.
—Has hecho bien. Pero puedes hacerlo incluso mejor.
—Claro, Solo dime cómo.
—Dame la dirección de Park Jinyoung.

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