CUATRO

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—Bien. Sé que puedes hacer este trabajo con los ojos cerrados, y es por eso que te quiero aquí. Me han dicho que eres estupendo en lo que haces, que tienes contactos en este medio, y que si fuiste capaz de convertir a esos mocosos de Gotham en material para el programa de Jihoon, no me cabe duda de que podrás acicalar la percepción que el público tiene de los Sicheon, que en su mayoría no son tan salvajes como la prensa nos ha hecho creer..

Frunció el entrecejo
—.El único problema tal vez sea Im .—

Y ahí fue cuando le explicó a Jinyoung lo del capitán.
—No me malinterpretes, es un gran chico, un gran jugador de hockey —insistió Wang, reprimiendo un eructo.

—.Pero para mí es una pesadilla enorme, un auténtico y arrogante hijo de puta.
Es de los que piensan que la publicidad es una pérdida de tiempo, una distracción.
Para él, lo único que importa son esos sesenta minutos en la pista de hielo, y punto, se acabó la historia. Fuera del hielo, le gusta la buena vida: los mejores restaurantes, las mujeres más bellas, ya puedes imaginártelo.
Es una especie de play-boy, y a FBR eso no le gusta.—

—Así que quieres que lo modere un poco, ¿no es eso?—

—Sí, porque si consigues que se calme, los otros seguirán su ejemplo de inmediato. Seguirían a ese cabrón hasta las puertas del infierno si él se los pidiera. Dios, si has conseguido que esa cabeza hueca con tetas de silicona que representa el papel de Treva en tu programa haga algún tipo de servicio para la comunidad. .. ¿cómo se llama?—

—Mark St. John —
apuntó Jinyoung, reprimiendo una carcajada.

—... entonces puedes conseguir darle la vuelta a Im. FBR quiere que la gente vea que tiene dentro algo más que esa maldita y obsesiva voluntad de ganar y ese eterno deseo de exhibir a la favorita del mes.
Quieren que todos ellos sean percibidos por el público como personas interesadas por la persona normal y corriente que paga por verlos jugar.
Es importante que el público piense que son algo más que un montón de camorristas con mucho dinero y poca preocupación por la decencia, por el amor de Dios.

—Estoy seguro de poder hacerlo —
afirmó Jinyoung con confianza, pese a no estar seguro del todo
—.Pero tienes que ofrecerme algo por lo que valga la pena abandonar Gotham.—

Wang mencionó su salario informalmente y el casi se cae de la silla.
Ni en un millón de años se habría imaginado poder ganar una cantidad de dinero como aquélla.

Aun así, mantuvo la frialdad.
—¿Y qué me dices de la opción de compra de acciones? ¿Plan de jubilación? ¿Dietas para vestuario? ¿Vacaciones? ¿Secretarias?—

Wang suspiró, empujando hacia el una carpeta de color granate brillante con las siglas «F.B.R» grabada con relieve en plata.

—Esto te explicará todo lo que necesitas saber.—

Charlaron durante un rato más y Jinyoung salió de la entrevista sabiendo que iba a aceptar el puesto.

Trabajar de relaciones públicas para los Sicheon era justo la inyección de moral que necesitaba para salir de su cómoda rutina.

No sólo eso, sino que la cantidad de dinero era demasiado espectacular como para rechazarla.

—¿Por qué le llaman el Toro? —
preguntó a una de las secretarias antes de salir de la oficina de Wang.

La mujer, de unos sesenta años de edad, con el cabello cubierto de laca y teñido de un rojo tan chillón que levantaría a un muerto de su tumba, miró a Jinyoung por encima de las gafas bifocales en forma de media luna que llevaba instaladas en la punta de la nariz.

—Porque hace mucho tiempo, cuando era boxeador, solía luchar como un toro. Ahora sólo ataca como uno de ellos.—

Jinyoung se echó a reír, encantado. Una semana después, presentaba su dimisión en Gotham.

Y allí estaba ahora, conduciendo a casi veinte kilómetros por encima del límite de velocidad de regreso a la ciudad para explicarle al Toro que en su primer día en el ruedo había conseguido que Kim y Bang se anoten a algunos actos, pero que Im se mostraba impertérrito.

—Jaebum, Jaebum, Jaebum .—, reflexionó.
—No tienes ni idea de con quién te enfrentas, ¿sabes?—

Él había ganado la primera pelea, Jinyoung se lo había permitido. Pero contra viento y marea, la siguiente sería suya. Tenia que ser así.

°°°

—Estuviste un poco grosero con el, ¿no crees?—
Jaebum levantó la vista de las páginas de deportes del NewYork Sentinel que estaba hojeando para ver que Kim JongIn, su compañero de equipo y amigo desde hacía mucho tiempo, lo miraba interrogante.

Estaban sentados en su mesa del Mazon's Grill, esperando que les sirvieran la comida.

La temporada estaba a punto de empezar y volvían a su rutina habitual: agarrar el coche e ir hasta el club para ir a entrenar, picar algo rápido después y luego subir de nuevo el coche para regresar a casa.

Debería estar de buen humor. El entrenamiento fue bueno; los chicos iban bien, guardando el sudor y la sangre de verdad para cuando la temporada empiece oficialmente.

Parecían comprender que si querían ganar la Copa en primavera tenían que darlo todo, fuera día de partido o no.

Además, tenía un buen presentimiento sobre la temporada que estaba a punto de empezar.

Pero entonces había irrumpido ese tal Park Jinyoung en el vestuario, escupiendo propagandas corporativas, y su buen humor se había evaporado para ser sustituido por una abrumadora sensación de resentimiento que era incapaz de sacudirse de encima, sobre todo después de que el tuviera las narices de decirle que era propiedad de FBR.

Bebió un trago de Suju y le devolvió la mirada a su amigo
—No se lo merecía. Simplemente estaba intentando hacer su trabajo.—

—Sí, ¿y sabes en qué consiste su trabajo, JongIn? Consiste en poner orden entre nosotros para que esos trajeados de FBR puedan ganar dinero a costa nuestra. ¡Que se jodan!
Les importa una mierda la integridad del juego, o la de cualquiera que juegue a él.
No les debemos absolutamente nada.—

—Sigo pensando que no te pasaría nada por anotarte a uno de esos actos sólo para poner contentos a los contables.
Así te los quitarías de encima.
Mientras sigas negándote a ello, seguirá persiguiéndote.

Jaebum se encogió de hombros.
—Que lo haga.—

—Por Dios. — JongIn se recostó en su asiento, asombrado
—.Eres un cabrón, ¿lo sabías?

Jaebum sonrió.
—Por eso llevo ganadas tres Copas Stanley hasta el momento. Porque nunca me rindo, y nunca me doy por vencido.

—Tienes razón.— respondió el
sub capitan dándole un trago a su suju.

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