-II-

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Cuando volví a tomar el control de mi cuerpo ya me encontraba acurrucado en las raíces de un enorme gran árbol, a unos cuantos pasos de mí había un río con un caudal más que tranquilo; si miraba a mi alrededor no me toparía más que con un bosque inmenso de árboles grandes y espesos, se podían escuchar a pajaritos cantar desde alguna rama quizás no tan cercana.

Me atreví a olfatear alrededor sólo para estar seguro o tener siguiera una idea en donde me podía encontrar; podía sentir el aroma del bosque, de algunos animales y de plantas que me habían adiestrado para poder detectar en caso de emergencia, pero nada más además de eso.

¿Dónde estamos? Le pregunté a mi lobo levantándome de una buena vez y caminando al río para poder beber algo de agua.

Es tierra de nadie, hay muchos lobos por estas zonas, pero por lo que sé no son peligrosos, es un tipo de zona segura para los desterrados hasta que consigan una manada.

Antes había leído aquello, en un tiempo de guerra interna en uno de los cuatro grandes reinos muchos lobos debieron abandonar sus hogares de manera casi permanente, huyeron a una zona en la cual hoy en día se mantiene como un lugar sin gobernante para todos aquellos lobos que por alguna razón dejaron su manada.

Tengo conocimientos que hasta se asentaron algunas manadas que hasta llegan a ser dominadas por un omega, no se basan en estatus social y quien es el que tiene la voz de mando, se basan en el respeto y quien es el mejor líder para su supervivencia.

Hay pescado en este río, puedes hidratarte y alimentarte. Luego veremos que hacemos.

Sí señor Rodé los ojos ante sus órdenes.

Tomé agua hasta eliminar la molestia que había en mi garganta, lavé mi cabello y cuerpo con rapidez, mientras esperaba a poder volver a vestirme sin mojar la ropa decidí buscar algunas cosas. Desde pequeño me enseñaron a sobrevivir solo y aunque nunca pensé en darle uso a esos conocimientos ahora agradezco tenerlos.

Minutos después me encontraba con una lanza de madera, teniendo ya dos peces para poder comer; desde siempre he sido alguien que come mucho y la verdad amo el pescado, no sé si es por costumbre o por su sabor, pero me encanta.

Creo que alguien está muy hambriento.

Cállate.

La bolsa huele a ChangHyun.

¿Qué?

Dejé junto a los otros dos peces el último que pude pescar y me acerqué a la bolsa empezando a revisar en ella de manera seria, casi al fondo de las cosas se encontraba una bolsita escondida; la saqué con cuidado y me senté dejándola entre mis piernas.

La abrí sonriendo casi de inmediato al ver qué se encontraba en su interior, mi vista se nubló por las lágrimas y un nuevo dolor llegó a mi corazón; saqué con sumo cuidado una de las cosas que a pesar de parecer la más inútil de todas era la que más me importaba: Gyu.

Gyu era mi peluche favorito de pequeño, pero se lo regalé a ChangHyun al ver que le ayudaba a dormir, desde ese día él se había negado a dármelo de vuelta alegando que yo me podía cuidar solo de los monstruos y que Gyu lo cuidaba a él. Les recalcaré que eso lo decía aun cuando cumplió los doce años.

Abracé el peluche contra mi pecho, pudiendo notar que este literalmente estaba marcado con el ligero aroma de mi hermano después de tantos años junto a él; unas lágrimas rebeldes escaparon de mis ojos, pero el dolor de mi corazón disminuyó con ese simple objeto.

Dejé a Gyu en mi pierna evitando que tocara el suelo y se ensuciara, volviendo a revisar la bolsita ahora con un pequeño sentimiento cálido en mi pecho. Mordí mi labio a ver un sobre que sabía bien que contenía dinero y por el aroma podía deducir que es la moneda universal, la moneda que sin importar en que parte del planeta estés te va a funcionar. Miré rápidamente a mi alrededor y olfateé en busca de alguien, sin encontrar un solo rastro.

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