-III-

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Al despertar sentía mi cuerpo muy pesado, el dolor de mi pierna casi había desaparecido y no me sentía desfallecer por mi brazo; la cama en la que desperté es muy mullida y calentita a diferencia de la tierra en la que caí dormido, los aromas a mi alrededor son desconocidos y muy limpios.

La puerta se abrió a los pocos minutos, dejando que un chico y una chica entraran; el chico es rubio, bastante pálido, ojos algo pequeños y mandíbula marcada. Vestía con abrigo negro y pantalones, sus brazos, para se cruzaban en la altura de su pecho, con una mirada más cálida que intimidante.

La chica es un poco más baja que él, cabello igualmente rubio y ojos grandes cafés, vestía igualmente un abrigo y un gafete colgando de su cuello.

— ¿Cómo te encuentras, ChangBin? —preguntó la chica.

Asustado, perdido, adolorido, pensante, vivo.

Me encuentro de muchas maneras.

— Bien —respondí con simpleza.

— Soy Park JiMin, he estado cuidando de ti estos días —se acercó a mí— Tu brazo tiene que sanar, somos lobos y curamos más rápido, pero los daños fueron grandes. Tengo una pregunta para ti —inició a sacar el vendaje de mi brazo mientras el chico rubio traía algo que supongo, es el botiquín— ¿Por qué no te transformaste?

— No lo sé —volví a responder con simpleza, mirando cada uno de sus movimientos.

— Tu pierna sanó rápido, fue algo semi-superficial —añadió como intento de calmarme.

La revisión fue exhaustiva y para el momento en que me volvía a colocar las vendas yo ya quería salir corriendo de esa habitación, me dejó algunos analgésicos antes de irse, dejándome solo con el chico. Lo miré detenidamente, su mirada era preocupada y su rostro de alguna manera dulce; me sorprendía la blancura de su piel.

— No te haré daño, estoy aquí para protegerte —habló con un tono extremadamente dulce— Puedes hacerme preguntas, responderé dentro de lo que tengo permitido.

— ¿Quién eres? —pregunté casi de inmediato.

— Christopher Kang, o Kang Chan; omega de veintitrés años —habló mostrado una sonrisa pequeña, pero tranquilizadora.

¿Un omega diciéndolo con tanta tranquilidad?

— Estás mintiendo —le acusé con tono firme.

— No, hablo en serio —bajó el cuello de su abrigo dejando la vista su cuello en donde se podía ver una marca de enlazamiento— Las cosas son diferentes aquí, no vas a tener problema alguno.

— ¿Por qué te dejaron a mi cuidado?

— Soy el segundo beta de esta manada —lo miré confundido.

¿Segundo beta? ¡Dijo que era un omega!

— Félix es el alfa, yo soy el segundo al mando, por decirlo de una manera. El beta —explicó ante mi confusión.

Esa era una manera que las manadas antiguas eran manejadas, por la división que hubo hace siglos fue abandonada. Las manadas decidieron postular a una sola persona para el mando en general, quedando en algo casi como una especie de dictadura.

No sabía que aún existía alguna manada con esa forma de vida.

— ¿Cómo me encontraron?

— Estábamos en una ronda, habían estado escuchando cosas en esa zona del territorio. Los lugareños estaban muy asustados, por lo que veo era ese verdugo. Has estado semi-inconciente por casi tres días, creo que tu lobo tomó todo el control.

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